lunes, 29 de marzo de 2010

El Zen cristiano y el P.Hugo M. Enomiya-Lassalle s.j.



En nuestros días se habla mucho de lograr un mundo mejor, a cuya promoción quisiéramos contribuir todos.
Lo que importa es hallar caminos que conduzcan al
hombre a la felicidad, pese a todas las tribulaciones
que nos rodean. Para ello no deberíamos rehusar la
ayuda que se nos ofrece de Oriente y adaptar las
formas de meditación allí practicadas. No se trata de
sustituir el cristianismo por otra religión, sino de
aprovechar un recurso para fortalecer nuestro
cristianismo.

En el Decreto sobre la actividad misional de la
Iglesia se indica a los religiosos contemplativos la
conveniencia de asimilar los métodos orientales de
meditación en cuanto sea posible. Los resultados
obtenidos en este campo en todo el ámbito cristiano
son no sólo satisfactorios, sino que superan todas las
esperanzas.

Los métodos orientales son de suyo sumamente antiguos.
Sus comienzos vienen de mucho antes que el
cristianismo hiciera su aparición. Sus formas han
permanecido, en parte, invariables. La meditación zen
ha permanecido esencialmente tal como se practicaba en
China hace mil años, en su época dorada.

Hugo M. Enomiya-Lassalle (1898-1990) es uno de los
personajes sobresalientes de la historia espiritual
del siglo XX. Como jesuita y como maestro Zen, alemán
de nacimiento y ciudadano japonés, es un "puente vivo"
entre las culturas de Europa y Asia. "El Padre
Lassalle es un testigo vivo de lo que enseña y
anuncia. Lo considero una de las figuras espirituales
más relevantes de nuestro tiempo", ha dicho de él
Karlfried Graf Dürckheim. Desde 1929 vivió como
misionero en Japón, donde desde el principio intentó
dar un rostro japonés al Cristianismo de aquel país.
Sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima, el 6 de
agosto 1945. La construcción del Templo de la Paz en
Hiroshima lo hizo famoso en todo el mundo. Una honda
experiencia mística en su juventud lo llevó a la
búsqueda de un conocimiento de Dios cada vez más
profundo. Desde fines de los años cuarenta estuvo
comprometido en el diálogo con los budistas y en 1956
empezó a practicar Zen como jesuita en un monasterio
Zen japonés. A partir de 1967, durante más de veinte
años, como maestro Zen, introdujo a miles de personas
en la práctica del Zen en Europa, ayudando de esta
manera a mucha gente a llegar a una experiencia
espiritual inmediata. Mientras hacía esto, nunca puso
en duda su identidad cristiana. En sus viajes a
América del Norte y del Sur, a la India y al sudeste
asiático, entró en contacto con gentes y culturas muy
diversas. Partiendo de las fisuras y contradicciones
del presente, se atrevió a dar el paso hacia una
"nueva conciencia", más allá de las fronteras.

1 comentario:

  1. He leído el libro ¿A donde va el hombre? de Enomiya Lassalle, y lo tengo permanentemente de consulta porque me ha parecido extraordinario, hasta el punto que ha marcado mi vida.

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