jueves, 27 de mayo de 2010

El Claustro, la meditación y el regreso al origen, por Mario satz, cabalista.




De la definición que en el siglo XVII el lexicógrafo Covarrubias da del claustro es fácil inferir que ya en esa época había pasado del patio cercado de la iglesia o catedral a la universidad, dejando de ser, en la mayoría de los casos, un sitio de reclusión metafísica para convertirse en un espacio de diálogos sobre la física del mundo, conservando, sin embargo, su relación primigenia con el estudio, la meditación y, sobre todo, el recogimiento. Un recogimiento cuyos precedentes, en el ámbito cristiano, se hallan entre los esenios y los terapeutas, pues tanto unos como otros constituían comunidades monásticas de ascetas judíos que buscaron el desierto y la soledad-en las inmediaciones del Mar Muerto en el primer caso y en el Delta del Nilo en el segundo-para dedicarse a lo que Filón definió como biós teretikós o vita contemplativa. Situados a espaldas del mundo exterior y de su cronología, estos monjes o meditadores no vivían su encierro como una prisión sino como un privilegio, la inscripción en un espacio sagrado sobre el que soplaba, con frecuencia, el hálito de la eternidad.

Desde el punto de vista tradicional de la Kábala, esas zonas cerradas o protegidas para cultivar en ellas el arte de la meditación están en concordancia con el nivel más elevado del Arbol de la Vida que lleva el nombre de mundo de la emanación. Reflejo de un estrato del ser en el que todo lo que ocurre, como en el wu wei del taoísmo chino, sucede por sí mismo, sin esfuerzo aparente y con el estilo de una sobria ebriedad, la armonía del cosmos se deja sentir allí en cada uno de los gestos humanos que lo expresan, reglados por sus horas de canto, rezo o silencio. Exactamente como ocurría en el Paraíso, del cual el claustro cristiano intentará ser un remedo, el kabalista o terapeuta que busca ese elevado locus se propone escuchar la energía ígnea del universo, la música del cielo. Trabajar poco y admirar mucho. ´´El origen del cielo es el fuego, el de la atmósfera el aire, y el de la tierra el agua: el fuego sube, el agua desciende y el aire es la regla que establece el equilibrio entre ellos´´, dice el Séfer Yetzirá aludiendo a las letras letras madres del alfabeto místico: la alef a , la mem m, y la shin sch. Esta mención presocrática, elemental, nos da una idea bastante ajustada de las cuatro partes del Arbol de la Vida, la primera de las cuales lleva el nombre de atzilut, que también abarca el nivel aéreo del esquema sefirótico.

La Kábala sostiene, entonces, que aquellos que operan en este espacio de privilegio son los llamados aristócratas del espíritu o atzilim. Ellos son los auténticos seres-metáfora, melitz, los mediadores entre lo invisible y lo visible. Tal es el nombre, por otra parte, que los Evangelios dan a Jesús por boca de San Pablo en 1 Timoteo 2: 5 : ´´ et mediator Dei et hominum.´´ Se trata, por lo visto, de una mención con múltiples sentidos, uno de los cuales es, por supuesto, el que alude a la meditación misma, al estar en-medio-de-las-cosas-y-los-seres. El justo, recordemos, se posiciona ante el fiel de la balanza y busca equilibrar siempre los extremos. Asimismo el monje en su claustro se considera un puente entre los bordes del firmamento y las honduras terrestres. Un eje por el que pasa el fluido sensible del éxtasis.

Mientras que al fuego le corresponde el pensamiento puro, al aire la palabra emitida, al agua la forma y a la tierra el volumen, se supone que los atzilim operan, sobre todo, en este primer nivel del ser. Se alimentan de vibraciones, de música y su velocidad emula la de la luz. Pero como la luz total es inaccesible, están, desde la sombra o tzel junto, etzel al Infinito la mayor parte del tiempo posible. Este es el campo de trabajo de los estudiantes y los reflexivos, los místicos y los soñadores, quienes viven con mayor intensidad la contracción que la dilatación, la concentración que las expansiones de la vida profana; la Sabiduría y el Entendimiento, segunda y tercera sefirots respectivamente, que la Belleza o el Fundamento, sexta y novena en el diagrama del Arbol de la Vida.

Geométricamente hablando, la zona de la emanación se corresponde con el punto, y quizás por ello el espacio trivial, el mundo usual de las seis dimensiones sea para él casi irrisorio, en tanto que la búsqueda de su centro o la perspectiva de una existencia plena de sentido constituyan una aventura intransferible. La Kábala insinúa que en cada punto o nekudá acerca del cual se medita( hdqn ) hay una limpieza o niká ( hqn ) que llevar a cabo, un trabajo de purificación que consiste, ni más ni menos, que en transformar cada fragmento de realidad en un refugio o nido para el Espíritu, un ken en el que pueda oírse, si uno está atento, el eco o hed del juicio superior, dan. Esa tarea debe emprenderse provisto de la más grande de las humildades, de un dejar hacer que es, precisamente, aquello que mejor caracteriza a la emanación.

Existe un notable fragmento del Zohar o Libro del esplendor que da cuenta de lo que ocurre en ese espacio de naturaleza superior. Dice así: ´´ Aquí, en el retiro más misterioso, hacia el cual todas las almas se esfuerzan, se halla la clave. La luz que sale de aquí irradia en todas direcciones. Delante de mi-dice en el citado texto Simón Bar Yohai-está el Santo de los Santos(en el que estaba ubicado el arón ha-kodesh), el Arca de la Alianza); delante de mi descendió una cortina y me dijeron que detrás de esa cortina permanece la semilla de la vida y que parte para los mundos inferiores por medio de un río cuyas aguas nunca cesan de fluir. Cuando la semilla santa deja el Santo de los Santos, es enviada por canales y fecundada antes de ser impulsada hacia abajo. En este palacio se hallan todos los goces, así los conocidos como los que sobrepasan la imaginación del hombre. Aquí tiene lugar la unión del mundo superior con el inferior, la unión del macho con la hembra.´´

Considerando su valor numérico, atzilut o emanación (= 537 ) equivale a la columna vertebral o jut ha-sidráh ( = 537 ), idea que vuelve a evocarnos el ya citado pasaje zohárico y la posición media-entre lo izquierdo y lo derecho-, del justo o iniciado.

Una extensión de ese Arca de la Alianza, es decir de su ´´símbolo de transformación´´, que diría Jung, es el claustro con su división cuaternaria, su marginación de la vida superficial e insignificante, y el modo de ser de un santuario bajo cuyas losas late la cita bíblica de Jeremías 2: 13 que dice: ´´ me dejaron a mi, fuente de agua viva, y cavaron para si cisternas, cisternas rotas que no retienen agua´´, cita que los monjes han tomado muy en cuenta a la hora de buscar el líquido divino. Así, habiendo reparado en que son los hombres de afuera quienes pierden el contacto con ese agua restauradora, ellos se transformarán en los de dentro, místicos y meditadores que, queriendo volver de la cisterna rota a la fuente viva, construyen entre los muros del claustro un sitio de recuperación psíquica a la vez que de regeneración somática. En la mayoría de ellos-diseñados en forma de cruz y en la intersección de cuyos brazos brota una fuente de la que, a su vez, suelen partir cuatro senderos, remedo de los ríos del Edén-, hombres y mujeres meditan y gozan aún hoy de la restauración anímica que tal ambiente suscita. La ascética y disciplinada vida claustral era, para San Bernardo-teórico del Císter(1)-una imagen y anticipación del Paraíso, por lo que dio en llamarlo, a ese recinto, paradisus claustralis. En él reverberaban, por lo menos en la memoria de los más sabios, los nombres de Pisón, Gihón, Hidekel y Eufrates, ríos míticos sobre los que, a su vez, navegan los nombres de los cuatro evangelistas: Mateo, Lucas, Marcos y Juan y los cuatro orientes geográficos, conformando un totum o mandala cristiano del cual, llegado a su centro, podía decirse con justicia que era el centro del mundo.
Mientras que la catedral o el templo acogen a todos los fieles, al claustro van únicamente quienes están consagrados a la vida del espíritu, monjes o monjas. No se lo habita y recorre todo el tiempo sino a horas precisas, ya sea en pequeños grupos o individualmente. Su perímetro resuelve el clásico enigma de la cuadratura del círculo, armonizando el diseño circular de las aberturas humanas con el cuadrado de su base carbónica. En cierto modo, plegaria o rezos mediante, los meditadores se anudan de ese modo a las generaciones pasadas y a las por venir, estableciendo puentes de silencio y nexos que se basan en lecturas bíblicas y salmodias antiguas, una de las cuales es el canto gregoriano. Hay claustros-el de Silos en la provincia de Burgos, por ejemplo-, en cuyas columnas están representadas las imágenes y metáforas del salterio, como para que el religioso sepa en cada ´´estación´´ o lugar por el que pasa qué cantar o qué pensar. Bajorrelieves en los que figuran personajes de la Biblia junto a detalles de las vidas y obras de los santos animan esos arcos y esas ojivas en las que predominan los pámpanos y laberintos que aluden al si-mismo, al retorno y la introspección. Flores, pocas, pero sí setos de hoja perenne como el boj o el arrayán, y a veces un ciprés y una palmera-la muerte y la vida- a igual distancia de la fuente central. Cuando el claustro es grande, y contiene tierra suficiente, también se siembran en él hierbas aromáticas que sirven como modelo de las virtudes que el meditador no debe cultivar. En la obra bizantina El jardín simbólico (2) ,cuyo anónimo autor vivió a de mediados del siglo XI-época de floración, también, de los monasterios occidentales-, se comparan las doce virtudes del alma cristiana a diferentes especies botánicas, como por ejemplo la rosa con la virgindad y la encarnación o el lirio con el pudor; el limonero con la pureza y el olivo con la misericordia. De tal modo que el meditador no sólo recorre, en el geométrico claustro medieval, una arquitectura religiosa sino que puede intuir en su perímetro interior el lazo secreto que liga la caléndula a la pobreza, la higuera a la dulzura, relacionando la vid con la alegría(la eucaristía); el granado con la valentía y la caridad con las violetas, etc. Incluso la zarza tenía, en ese organigrama ético-vegetal, un sitio: el que señalaba que el alma debía, antes o después, entregarse a la penitencia, al espinoso esfuerzo en las márgenes mismas del ser. Un siglo más tarde, en el XII, Herrade, abadesa de Santa Odilia, reitera en su Hortus deliciarum (3) , bajo el emblema de las flores más bellas todo cuanto puede hablar del Salvador, su Madre y los Santos. De la misma época es el Jardín de las delicias de Salomón, del benedictino Hermann de Werden. Meditar en un claustro, por cierto, no debía ser, necesariamente, clamar en el despierto como los padres cristianos de la Tebaida: si había agua, y solía haberla, y en los parterres crecían hojas y frutos vivientes, cada detalle y cada esquina del hortus conclusus podían ser entonces epifánicos, reveladores.


Hombres y mujeres buscaban, en el claustro, un estado de serenidad mental que les permitiese flotar por encima del mero vivir cotidiano. El aislarse no representaba, para ellos, una condena sino una elección, un destino puntuado por el silencio y la belleza(4). Por qué era más fácil vivir ese estado dentro del monasterio que fuera, en el mundo, es una respuesta que hay que buscar en otras tradiciones, alejadas de la nuestra por la geografía y el clima pero poseedoras de espacios, recintos y construcciones análogas. Pues hubo y hay aún monasterios taoístas, madrasas sufíes, conventos budistas en los que los jardines vallados, casi secretos, son espejos para corregir los hábitos del alma y templar el ánimo a base de reflexión y ejercicios respiratorios. Edificios que conservan, en su interior, en su núcleo, conjuntos de agua, piedra, madera y arena a través de cuya atenta observación podemos imaginar los más ajustados acordes de la serenidad. Mientras el mundo de afuera trabaja para mantener la existencia, el de adentro-abadía, escuela o claustro, en suma-, esfuerza su atención para conferirle, a esa existencia, la trascendencia que ennoblezca el mero hecho de vivir. ´´El jardín-escribe Rosario Assunto(5)-es un espacio absolutamente distinto a los espacios que nuestra cotidianeidad consume consumiéndose en ellos. No es una mera exterioridad, es, al contrario, y Rilke nos lo ha dicho de la mejor forma posible, un espacio en el que la interioridad se convierte en mundo, y donde el mundo se interioriza. Un espacio que el sentimiento y el pensamiento, objetivizándose en él, han individualizado como lugar , del mismo modo que ellos, subjetivizando el espacio e identificándose con él, se han hecho ellos mismos lugar.´´

Lo que comenzó, en Bizancio y en los páramos y desiertos, con la práctica de la omphaloscopia o contemplación del propio ombligo para entrar por él al corazón cuyos latidos y ritmos desean consagrarse al Espíritu, y cuya hipóstasis más perfecta es, para el cristiano, la figura de su Maestro, acabó por reclamar, en Occidente, un espacio material contigüo a los templos, una construcción en la que se pudiese meditar y poner en práctica, con libertad y respeto, la imitatio Christi in regno caelo. El cuadrado habría de ser su base, su emblemática planta, y la fuente central su motivo más hondo. Pero tal vez la historia de esa fuente se remonte más allá de los terapeutas y los esenios con sus baños rituales y sus himnos solares, más allá de la geografía bíblica. Existe un curioso poema esotérico llamado las Tablillas órficas que describe un manantial cuya agua fresca conduce, a quienes la ingieren, al reino de los héroes. Dice así: ´´Encontrarás en la casa de Hades ( el Infierno)a la izquierda un manantial; a su vera se yergue un ciprés blanco. No te acerques a esta fuente. Encontrarás otra, con un agua fresca que viene de la laguna de la memoria, Mnemosyne. Unos guardianes la custodian. Diles: ´Soy hijo de Gea (la tierra) y de Uranos( el cielo estrellado) , y por ello mi verdadero linaje es celeste. Estoy seco por la sed y me muero. Dadme, pues, del agua fresca que mana de la laguna de la memoria; y entonces te darán de beber del manantial divino y ascenderás con los héroes.´´ (6).

La fuente del afuera y los cántaros rotos¿no forman parte, en cierto modo, del escenario del Hades? Considerando los aspectos infernales y desgarradores del mundo terrestre en el que vivimos, su ruda realidad ofrece pocas dudas acerca de por qué es tan difícil realizarse en lo externo, y ése es el motivo por el cual mujeres y hombres de todos los tiempos y latitudes han buscado en parajes lejanos y montañas elevadas, bosques espesos o desiertos ardientes abandonar sus lazos externos para enclaustrarse y meditar con el fin de, entrando dentro de sí, hallar, bajo su sensible tórax, aquello a lo que alude el Salmo 36:10 : ´´Contigo está la Fuente de Vida´´. Aquello que, inaudito y maravilloso hizo exclamar al santo de Fontiveros, Juan de Yepes o Juan de la Cruz:

¡Oh cristalina fuente
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!

Mario Satz

martes, 25 de mayo de 2010

BENEFICIOS DEL ZEN PARA UN OCCIDENTAL por Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza.






La actitud con respecto al cuerpo humano en Asia oriental está muy influida por la medicina china, que habla de meridianos o canales a través de los que fluye la energía y da vida a toda la persona. A esta energía se le llama chi en chino y ki en japonés. El origen de esta energía se encuentra en el abdomen (en japonés hara) que recibe el nombre de kikai (en japonés) o “mar de energía”.



Tiene especial importancia el tanden, un punto localizado a pocos centrímetros por debajo del ombligo y que es la fuente de creatividad y el lugar principal de experiencia religiosa. Se alienta a la persona para que sea consciente de su existencia no sólo a la hora de meditar, sino en todas las circunstancias de la vida. En las artes marciales la conciencia del tanden es vital.


Un maestro de Zen algo conocido, el maestro Okada Torajiro, escribe con gran vigor que el tanden es el santuario de lo divino: es aquí donde habita la energía sagrada. Okada divide a las personas en tres clases.



El primer tipo valora la cabeza: acumula vastas cantidades de conocimientos, desarrolla mucho el cerebro y acaba por perder el equilibrio y quedarse como una pirámide invertida.



La segunda clase está formada por personas que sacan pecho; tales personas parecen fuertes y llenas de coraje, pero en el interior son débiles.



Y dice: Pero las personas de mayor rango son aquellas que consideran el abdomen como la parte más importante, y de esta forma han construido el bastión donde puede prosperar lo divino. Desarrollan sus mentes y sus cuerpos de manera correcta. La fuerza fluye por ellos y produce una condición espiritual de tranquilidad y ecuanimidad. Hacen lo que les parece bien sin violar ninguna ley.


El maestro continúa diciendo que las penas de la humanidad están causadas por una pérdida de equilibrio, y el camino al equilibrio –a un cuerpo sano y a un corazón recto- es sentarse correctamente.


La postura correcta, en la que somos conscientes del tanden y en la que seguimos centrados en el tanden es, por tanto, de importancia capital.

Esta podría ser la postura de loto o la seiza japonesa (confucionista en origen) en la que nos sentamos sobre los talones o en una silla con la espalda erguida y los ojos ligeramente abiertos. Y entonces, tanto si la persona está de pie, como sentada, como andando o durmiendo, permanece
centrada en el hara, y tiene así mayor estabilidad y fuerza interior.



El cambio importante se produce en nuestro interior, como dice el maestro Okada cuando explica: “Incluso si el cuerpo sufre un cambio con la seiza, el estado interior más profundo no cambia tan fácilmente”.


Es interesante recordar que el maestro de Zen Dogen, fundador de la secta japonesa Soto, opinaba que el sentarse de forma correcta o zazen ya es una forma de iluminación.


- Entrenamiento de la respiración.-



En este punto la clave vuelve a ser la respiración abdominal. La persona respira desde el tanden, lenta y rítmicamente. Y al igual que sólo la manera de sentarse ya es en sí una experiencia religiosa, de ella fluye energía por todo el cuerpo.


Deberíamos advertir que aquí no sólo estamos hablando de la respiración y la energía de nuestros cuerpos insignificantes, sino de la respiración y la energía del cosmos. Los maestros Zen, con su brusquedad característica, dicen que la energía debe fluir hacia abajo a través del ano hasta el mismo centro de la tierra, y después volver a elevarse a través de la cabeza a las regiones más distantes del universo.

La respiración tanden equilibra por tanto a la persona y le hace ser uno con la armonía de todo el universo. El maestro Okada nos vuelve a dar consejos prácticos y sencillos: “Siéntate callado y quieto, respira suavemente exhalando largas bocanadas de aire, con la fuerza en la parte inferior del abdómen”. Cuando la respiración tanden se convierte algo habitual, la persona gana una maravillosa estabilidad física y espiritual.



La respiración de zazen protege el cuerpo y la conciencia. Se trata de concentrarse en una espiración profunda, dulce y silenciosa; la inspiración le sucede naturalmente, rápida y enérgica. Es difícil concentrarse en las dos, espiración e inspiración, así que sólo concentramos nuestra atención en el soplo que se escapa, en la espiración.


Cuando una persona se queda fija a una emoción, el difragma se bloquea, el soplo es corto, breve, y su energía se concentra en la parte alta del torso.



Cuando estamos dominados por la ira, jadeamos, nos ponemos rojos por la falta de aire. Cualquiera ha podido observar estos estados en su vida cotidiana y ha sufrido por no poder dominarlos. Librarse del sufrimiento del espíritu es el problema de todos los seres humanos.


La espiración profunda actúa como un purificador, un limpiador de conciencia. Durante la inspiración, hay absorción de oxígeno, que se transmite a la sangre y se distribuye por las arterias; durante la espiración, hay expulsión del gas carbónico de los pulmones. De este modo, la espiración profunda permite que se limpie la sangre, que se vuelva pura y, con ello, que la actividad aumente; el equilibrio, la pureza se instalan por sí mismos en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu. El espíritu sigue la acción correcta del cuerpo , una influencia invisible ocupa su lugar y automáticamente el espíritu se simplifica.


Mientras practicamos zazen, la espiración es el lazo natural entre el cuerpo y el espíritu, es uno de los soportes de la concentración. Esta respiración puede mantenerse en nuestra vida diaria, pero no necesariamente de manera voluntaria. Automáticamente influye en nuestro espíritu cotidiano: tenemos menos tensiones, menos apegos, más distancia con los pensamientos que nos atormentan, en definitiva, conseguimos más libertad.

Concentrándose siempre en la espiración, poco a poco la zona situada debajo del imbligo se expande, es la región del kikai tanden –el océano de la energía- para los japoneses, y para nosotros, occidentales, el vientre, algo un poco oscuro, escondido y que puede ser causa de numerosas disfunciones físicas. Esta región de nuestro cuerpo va a cobrar vida, vitalidad, así como lo hará la región lumbar; vamos a respirar con el vientre, y el vientre va a convertirse en el nuevo centro de gravedad durante el zazen y a lo largo de nuestra vida cotidiana, ya sea de pie, sentados o acostados.


Mientras que al espirar el diafragma sube, los órganos bajan y se crea una expansión debajo del ombligo; al inspirar, los órganos suben y el aire rellena los pulmones. Sin esfuerzo, una espiración profunda nos aporta calma y difunde su influencia por nuestro entorno.


- El entrenamiento de la mente.-

La mente humana es salvaje e inquieta y vaga de aquí allá, atisbando el futuro lleno de ansia, o mirando nostálgicamente hacia el pasado. El mayor de los logros es conseguir que la mente descanse en un solo punto, lo que en japonés se llama seishin toitsu, y que es un estado al que se llega a través de la respiración y al estar sentado. Aunque la mente está ahora en el momento presente, no descansa en un parte del cuerpo, sino que fluye por todo él en un estado que se conoce con el nombre de no-mente (en japonés mushin) o no-yo (en japonés muga).


Las distracciones se suceden pero uno no lucha contra ellas, sino que les deja venir y luega las deja ir. “Dejar ir; dejar fluir” es lo que siempre nos dice. El maestro Okada nos da un consejo sencillo y claro: “No intentes liberarte de todos los pensamientos. Simplemente se consciente y mantén la fuerza en el vientre”.


De esta manera los pensamientos fluyen fuera y dentro, mientras que la persona permanece centrada en un nivel más profundo.

viernes, 21 de mayo de 2010

Ermita Virtual del Zen Cristiano







He creado una ermita virtual en Second Life si queréis poder hacer oración desde vuestras casas en este espacio virtual y coincidir con otros buscadores, escribidme un correo a caminante@hotmail.es y os enviaré un correo con las instrucciones para entrar en esta ermita. Os espero allí.

miércoles, 19 de mayo de 2010

La Reflexión de un Monje en torno al Documento sobre Meditación Cristiana de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Documento: “Algunos aspectos de la meditación cristiana” por la Congregación para la Doctrina de la fe (1989) .

“La mayor parte de las grandes religiones que han buscado la unión con Dios en la oración, han indicado también caminos para conseguirla. Como " la Iglesia Católica nada rechaza de lo que, en estas religiones, hay de verdadero y santo ", no se deberían despreciar sin previa consideración estas indicaciones, por el mero hecho de no ser cristianas. Se podrá al contrario tomar de ellas lo que tienen de útil, a condición de no perder nunca de vista la concepción cristiana de la oración, su lógica y sus exigencias, porque sólo dentro de esta totalidad esos fragmentos podrán ser reformados e incluidos. Entre éstos, se puede enumerar en primer lugar la humilde aceptación de un maestro experimentado en la vida de oración y que conozca sus normas; de esto se ha tenido siempre conciencia en la experiencia cristiana desde los tiempos antiguos, ya en la época de los Padres del desierto. Este maestros, experto en el "sentire cum ecclesia ", debe no sólo dirigir y llamar la atención sobre ciertos peligros, sino también , como " padre espiritual ", introducir de manera viva, de corazón a corazón, en la vida de oración, que es don del Espíritu Santo”


Reflexión de Bede Griffiths OSB.

Como una respuesta al desafío presentado por la espiritualidad hindú y budista hoy en día, encuentro sumamente decepcionante el Documento sobre Meditación Cristiana de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No hay ninguna mención o reconocimiento de la profundidad enorme de esta espiritualidad o de su sabiduría profunda. La meditación Oriental es tratada como si fuera un asunto de técnicas superficiales, "de retazos y pedazos", que el Cristiano puede usar si lo desea, pero de cuyos peligros y abusos debe estar consciente. Lo que es todavía más decepcionante, es el inadecuado concepto de oración cristiana presentado, no atendiendo a lo más profundo y significativo de los Evangelios y de la tradición Católica.

El documento insiste en "la distancia" que siempre debe existir entre el hombre y Dios como la criatura y el Creador, y advierte contra cualquier tentativa de intentar vencer esa distancia, como si Dios en Cristo ya no hubiera vencido aquella distancia y nos hubiera unido con Él en las obligaciones más cercanas. San Pablo dice: "Usted que estuvo lejos de Él es traído cerca" – no mantenido distante - "en la sangre de Cristo". Jesús mismo niega totalmente cualquier distancia. "Soy la Vid", dice él, " ustedes son las ramas” ¿Cómo pueden sus ramas estar "distantes" del árbol?

Más adelante el documento insiste en que nosotros no debemos "nunca de ningún modo procurar colocarnos al mismo nivel que el objeto de nuestra contemplación”. Desde luego, no podemos colocarnos por nosotros mismos en ese nivel. Es Dios mismo que ya nos ha colocado allí. Jesús dice: "No les he llamado criados, sino amigos".Y para mostrar lo que tal amistad quería decir, Él ora por sus discípulos: "Que ellos puedan ser uno, como el Padre es en mí y yo en ellos, que ellos puedan ser uno en Nosotros."(Juan17).


La unión entre Jesús y el Padre en el misterio de la Trinidad es la más cercana posible de concebir, aún más, está fuera de todo concepto. Es la unión que Jesús pide para Sus discípulos. Uno de los grandes maestros de meditación cristiana hoy, el Padre John Main OSB, ha dicho que "la meditación cristiana es una participación en el conocimiento de Cristo". O más bien debe "compartir en aquella corriente de amor que fluye entre Jesús y el Padre, y que es el Espíritu Santo". Es a esta profundidad de sabiduría contemplativa que la meditación cristiana debería conducirnos, y es hacia esta profundidad de oración unitiva que muchos Cristianos han encontrado que la mística hindú, budista y Sufi puede conducir. Esto nos recuerda que hace siglos la Iglesia fue desafiada por un movimiento similar de oración mística en el Neoplatonismo de Plotinus y Pórfido. Pero la Iglesia en el siglo cuarto no respondió a este desafío con una cautelosa marcha atrás hacia el pasado. Con audacia aceptó el desafío e incorporó en la doctrina cristiana las ideas profundas de los Neoplatónicos. Jean Danielou, en su Platonismo y el Misterio Teológico ha mostrado como San Gregorio de Niza se sumergió en la filosofía de Plotinus y con cambios sutiles lo adaptó a la doctrina ortodoxa cristiana.

Apareció otra crisis en el misticismo cristiano del siglo VI con Dionisio el Areopagita. Ahora generalmente se ha creído, que fue un monje sirio de aquel período que había absorbido las enseñanzas de Pórfido, un Neoplatónico posterior. Él con audacia fue más allá del modelo dualista, conceptual de oración al cual el documento romano se aferra y declaró que en la oración contemplativa debemos ir más allá de todas las palabras y conceptos y establecer "la oscuridad divina" de modo que nosotros podamos saber por el “no saber". Alguien familiarizado con el misticismo hindú y budista sabrá que es a este conocimiento supra-conceptual, esta experiencia de un Misterio trascendente, superando la palabra y el pensamiento, que ellos también pueden conducir. No se debe decir que el misticismo hindú, el budista y el cristiano tienen todos la misma experiencia. Pero se debe reconocer una analogía entre ellos y considerar las experiencias hindú y budista como algo de importancia suprema, no ser ligeramente desechado por los cristianos como algo sin ninguna importancia.

Hay una crisis en la Iglesia de hoy. Muchos cristianos buscan en la Iglesia la dirección para la oración contemplativa y no la encuentran. Ellos entonces se vuelven hacia los maestros hindúes y budistas para esta dirección y a menudo por ellos llegan a comprender algo de la profundidad del misticismo cristiano. Pero para tales personas, este documento no ofrece ninguna ayuda en absoluto. Más bien parece calculado para postergarlos y confirmarlos en su creencia de que la Iglesia cristiana no tiene nada para ofrecer a los que buscan a Dios en la oscuridad, a menudo en un camino de soledad y con la necesidad desesperada de dirección que la Iglesia tan frecuentemente falla en dar.

Monastic Interreligious Dialogue (http://www.monasticdialog.com/)


, Bulletin 38, May 1990.

Traducción: Arturo Sorrel V.

domingo, 16 de mayo de 2010

Las beguinas, un monacato laico, influido por el Císter, más allá de las instituciones monásticas tradicionales.





El movimiento de las beguinas es uno de los movimientos más interesantes y más curiosos que se han dado en la historia de la espiritualidad occidental. Las beguinas eran, generalmente, mujeres de la clase alta, o de clase media alta. En un momento en que se empieza a derrumbar el sistema tan estructurado de la iglesia y del mundo feudal - como consecuencia por una parte del nacimiento de la sociedad burguesa y por otro de la deslegitimación del poder civil, fruto de su enfrentamiento con el religioso - aparece el deseo de una cierta libertad interior, libertad de conciencia, hace falta que cada hombre se exprese por sí mismo.

De ellas se ha dicho: «Era, fundamentalmente, un movimiento de mujeres y no sencillamente un apéndice femenino de un movimiento que debía su impulso, su dirección y su principal apoyo a los hombres. No había regla alguna definida de vida; no reivindicaba la autoridad de ningún santo fundador; no buscaba autorización alguna de la Santa Sede; no tenía organización ni constitución; no prometía beneficio alguno y no buscaba patrono; sus votos eran una declaración de intenciones, no un compromiso irreversible con una disciplina impuesta por la autoridad; y sus miembros podían proseguir con su trabajo normal en el mundo.»

Estas mujeres eran hijas de su tiempo. Muchas de ellas segundonas de las casas, que no tenían un matrimonio concertado, vírgenes y solteras por su propia situación social. Como tenían ansias de una vida espiritual profunda, de una vida espiritual auténtica, y al mismo tiempo un profundo interés cultural, hasta entonces casi reservado a las monjas, empezaron a reunirse en pequeños grupos a estudiar las Escrituras y a escribir sus propias experiencias. Esto ocasionó un cierto revuelo. La iglesia no las veía con muy buena cara, no las podía controlar, no tenían constituciones. Ellas hacían votos, pero hacían votos internos en su pequeña comunidad. Votos temporales y votos en función de su grado de entrega: votos de pobreza, votos de castidad, votos de obediencia.

El motivo fundamental era reunirse para la oración y para el estudio y, poco a poco, dándose cuenta de las necesidades de entonces, las beguinas empiezan a realizar algún servicio externo: cuidaban de los enfermos, cuidaban de las parroquias mal atendidas, pobres y miserables, cuidaban al párroco, limpiaban la casa, atendían a los ornamentos litúrgicos, pero siempre en la ocultación, en lo escondido. Las beguinas resultaron ser una fuerza espiritual profunda.

El mero hecho de la existencia de las beguinas significaba para los eclesiásticos una clara denuncia de su postura. Si ellos eran ricos, las beguinas eran pobres; si la iglesia hacía hincapié en el poder, las beguinas hacían hincapié en la espiritualidad; si el alto clero fomentaba la vida de lujo, la vida del poder, la vida del dominio, las beguinas destacaban por su la austeridad y por la profundidad de la vida interior; si la iglesia oficial hablaba de ortodoxia las beguina hablaban de experiencia.

Las beguinas resultaron ser una especie de moscardón incómodo que a la iglesia le sale durante dos siglos seguidos, era nuevo que las mujeres laicas, no sometidas a ninguna regla monástica, fueran capaces de alcanzar un grado de desarrollo teológico tan profundo y, sobre todo, una cosa llamaba la atención: vivían lo que pensaban. Había una coherencia perfecta entre su vida y lo que dicen. Esa vida y esa coherencia interna las hace muy fuertes, muy poderosas. La coincidencia entre vida y pensamiento es la más alta muestra de la sinceridad: «La sinceridad es el cimiento de la senda espiritual y la han definido así: “Muéstrate tal y como en realidad eres y se interiormente tal como muestras ser” [...] La base del sufismo no es otra cosa que la sinceridad.». Cuando una persona vive realmente lo que dice y dice lo que vive, no hay nada que pueda contra ella.

A finales del siglo XIII llegaron a ser más de doscientas mil beguinas. Hubo algunos que las atacaron, pero hubo otros que se dieron cuenta de la importancia que tenía este movimiento en la iglesia.

Surge así, de forma casi espontánea, la pregunta del franciscano Lamberto de Ratisbona :

He aquí que, en nuestros días, en Brabante y en Baviera,el arte ha nacido entre las mujeres.

Señor Dios mío ¿qué arte es ese mediante el cual una vieja comprende mejor que un hombre sabio?

Me parece que esta es la razón de que una mujer sea buena a los ojos de Dios: en la simplicidad de su comprensión, su corazón dulce, su espíritu más débil, son más fácilmente iluminados en su interior, de modo que, en su deseo, comprende mejor la sabiduría que emana del cielo, que un hombre duro que en esto es más torpe.

¿Cómo es posible que una mujer sea capaz de percibir de Dios algo que los hombres sabios no? y, entonces, este franciscano hace un estudio precioso de la feminidad: la mujer está más preparada para entender porque es receptora por naturaleza y, al ser receptora, es dulce y, al ser dulce, es capaz de percibir la dulzura de la unión.

También hay algún que otro cardenal que defiende y protege a las beguinas. Por ejemplo el cardenal de Vitry que dice de ellas: «Su nombre debe ser conservado y su voz transmitida. Mujeres audaces y bienaventuradas que nos recuerdan por qué y para qué hemos nacido». Esto, dicho en el siglo XIII acerca de las mujeres, nos parece, con los prejuicios de hoy, una cosa inaudita.

Las beguinas cumplieron una misión importante: formar, educar, cultivar. Muchas de ellas volvían al mundo, sus votos eran temporales, vivían una temporada y salían; otras entraban cuando eran mayores y al revés. Fue una fluidez, una libertad, que no daban las órdenes religiosas. Era una capacidad de vivir el amor libremente sin porqué, que dirá Beatriz de Nazaret (1200-1268), una monja cisterciense formada por las beguinas. Desde Flandes, en el norte de Francia y en Alemania, este movimiento se extendió por toda Europa; aunque su presencia fue especialmente importante en Centroeuropa, hay noticia de beguinas en Cataluña y en el reino de Castilla. La historia nos dice que en siglo y medio existieron unas doscientas mil beguinas, de ellas conocemos nada más que pequeños núcleos o lo escrito por algunas mujeres que nos han dejado algo de sí mismas.

La Iglesia oficial pronto empezó a mirar con desconfianza a estas mujeres, porque eran libres, no estaban sometidas ni a una regla ni a un marido - como dijo un eclesiástico -, porque ponían en evidencia la miseria moral y espiritual del mundo clerical y, de forma muy especial, porque expresaban sus experiencias místicas y su doctrina en lengua vulgar y podían ser entendidas por todo el mundo. A pesar de contar con frecuencia con la protección de la orden cisterciense y en ocasiones de algunos obispos, las beguinas empezaron a ser perseguidas, a algunas no les quedó más remedio que ingresar en monasterios convencionales, otras tuvieron que sumergirse y aparentemente desaparecer, alguna se encontró con la hoguera de la Inquisición, si bien el movimiento continuó durante siglos en Centroeuropa, pero con mucha más prudencia en sus manifestaciones exteriores. Su actitud y su experiencia, sin embargo, han llegado hasta nosotros y hoy parecen recobrar un nuevo atractivo, tanto por su doctrina basada en una mística experiencial como por su forma de vida absolutamente moderna en un mundo que ama la libertad y huye de los encorsetamientos institucionales.




"Al noble amor
me he dado por completo
pierda o gane
todo es suyo en cualquier caso.
¿Qué me ha sucedido
que ya no estoy en mí?
Sorbió la sustancia de mi mente.
Mas su naturaleza me asegura
que las penas del amor son un tesoro ".

Hadewichj de Amberes

viernes, 14 de mayo de 2010

Críticas al zen rígido desde el propio zen.


Ya he hablado en otras ocasiones del movimiento shingaku, que he conocido a través de Pedro Vidal, un movimiento religioso japonés, que puede considerarse una escuela zen encarnada en un contexto neoconfuciano. Se trata de un movimiento que no se encuentra integrado en la institución monástica budista, sino que forma un movimiento independiente dirigido por laicos y que bebe del budismo, del neoconfucianismo y del shintoismo.


Este movimiento es heredero de movimientos cercanos al zen institucionalizado pero críticos con el mismo (el zen de Bankei), así como también de escuelas contemplativas que han conocido el zen y le han realizado críticas, como el neoconfucianismo.

El Shingaku asume, por ejemplo, la crítica neoconfuciana a aquel zen excesivamente centrado en la búsqueda de la iluminación de un modo puramente contemplativo, entendiendo que hay que integrar la práctica contemplativa con la práctica ética en la vida cotidiana. Acción y contemplación han de ir de la mano, no pudiendo ser la búsqueda espiritual una huida de la vida cotidiana. Así, para el shingaku la iluminación-hatsumei- (descubrir la mente original) no es la meta sino el comienzo del camino, después de la iluminación hay que preservar ese descubrimiento mediante la praxis ética en la vida cotidiana, que será la praxis fundamental del shingaku.

Siguiendo al maestro zen Bankei, el shingaku también rechazará una excesiva sistematización del zen. El zen no es una técnica de cómo sentarse, o un método para trabajar con los koan, ni se identifica con una u otra de las prácticas que los maestros zen transmiten, siendo estas técnicas muy útiles, utilizadas de modo flexible, el zen es una experiencia que se transmite de unos a otros, una “huella” dejada por el encuentro entre maestros (tengan o no certificación) y discípulos. Las enseñanzas y técnicas transmitidas son un signo y un instrumento de esa “huella”, de esa “relación transformadora”, son necesarias y debemos ser fieles a lo aprendido pero no son la meta, deben ser adaptadas de modo flexible a la situación de cada momento y de cada persona, siendo fieles a la experiencia que quieren provocar y transmitir. Por eso, Doni, un maestro del Shingaku, dirá que éste es “una transmisión especial fuera de las Escrituras, que no se basa en palabras o letras… una transmisión de mente a mente-de corazón a corazón“. Bankei para señalar esto decía que no era necesario el uso de koan o del zazen, no establecía métodos ni tiempos en los retiros, rechazaba los métodos rígidos y violentos de su época, permitía que sus discípulos se levantaran de las sesiones si tenían algo que atender o no despertaba al que se quedaba dormido en el zazen, en él primaba la flexibilidad junto con la praxis, praxis que para él era fundamentalmente la vida cotidiana vivida desde la confianza total en la “mente no nacida”, evitando los estados emocionales negativos y prestando gran atención a lo realizado en cada momento con actitud de agradecimiento y respeto.

Con esta flexibilidad el Shingaku llevó al descubrimiento de la mente original a muchas personas (Robert Bellah habla de que 36.000 personas recibieron el certificado -llamado Dansho en el shingaku, similar al inka del rinzai- de algún maestro del shingaku a lo largo de 100 años). A las escuelas de zen rígido ya les pareció que esta fecundidad era fruto de una falta de profundidad en la experiencia del shingaku, sin embargo, los maestros zen tradicionales cuando se han acercado al shingaku han confirmado la profundidad de la experiencia que transmite, así por ejemplo, Imakita Kosen, abad del monasterio rinzai de Engakuji, reconocerá como sucesor de su transmisión a Kawajiri Hokin, uno de los líderes del shingaku en el siglo XIX. Para Toan el gran sistematizador del movimiento shingaku la causa del éxito del mismo se debía a la "gran fe" que poseía en la mente original.

Hace poco una escuela de zen inglesa, vinculada al chan chino, ha estudiado al Shingaku comparándolo con otras escuelas de zen occidentales, confirmando la profundidad del mismo y rechazando “la iluminación” de otras formas de zen difundidas en Occidente como el movimiento Big Mind (Revista New Chan Forum n. 38, spring 2009).


Creo que la flexibilidad en el camino espiritual (que no tiene nada que ver con la blandura fofa) es fundamental y es una de las “prácticas” más difíciles de realizar. Cuando se consigue, lso frutos espirituales son abundantes y el camino se abre a much@s, para asombro de los que siguen caminos rígidos y complicados creyendo que eso garantiza el “éxito”.

Como decía Jesús “Te doy gracias Padre porque has enseñado estas cosas a los sencillos y se las has ocultados a los sabios y entendidos”.