jueves, 17 de diciembre de 2009

Ante el regreso de la abadía cisterciense alemana de Mariawald al rito preconciliar, unas reflexiones de Joan chittister sobre esta vuelta atrás.

Misa preconciliar en Mariawald

Tomado de http://www.atrio.org/?p=829

Por Joan Chittister, monja benedictina.

Si algunas personas prefieren la Misa en latín en vez de en el idioma local, ¿por qué no? La respuesta depende de cómo entendamos que la Misa articula la esencia de la fe cristiana. La Misa en latín, por ejemplo, en la que el sacerdote celebra la Eucaristía de espaldas a la gente, en un idioma extranjero –la mayor parte en silencio o, como mucho, en voz baja– convierte a la comunidad, a los laicos, en observadores del rito en vez de hacerles participantes del mismo. El celebrante es el centro del proceso, el ser humano especial, aquel para el que Dios es una especie de dominio privado exclusivo.

La simbología de un celebrante solitario, alejado de la comunidad e independiente de ella, es muy clara: las personas ordinarias no tienen acceso a Dios. Dependen completamente de una casta especial de hombres que contactan con Dios en su nombre. Ellos “no son dignos” de recibir la hostia, o como dice ahora la liturgia, ni siquiera de que Jesús “entre en su casa”. La Eucaristía en estas circunstancias no es ciertamente una celebración de la comunidad. Es un acto sacerdotal, una devoción privada tanto del sacerdote como de los fieles, que está integrada sólo por tres ‘partes principales’ –el ofertorio, la consagración y la comunión. La Liturgia de la Palabra –la explicación de lo que significa vivir la vida del Evangelio– es en el rito tridentino un elemento secundario en el mejor de los casos.

En la Misa en latín el sentido del misterio –de misterioso– el conjuro de un idioma “celestial” en vez de “vulgar” tanto en las oraciones como en los cantos, resalta una teología de la transcendencia. Saca a la persona del caos rutinario, polvoriento, ruidoso y agobiado de la vida diaria y la eleva a otro mundo. Nos recuerda el mundo venidero –hermoso, desconcertante, jerárquico, perfumado– y hace que este quede distante. Nos lleva más allá del presente, nos permite, aunque sólo sea por un rato, ‘librarnos de las ataduras de la tierra’ para entrar en un mundo más místico que mundano. Privatiza la vida espiritual. La Misa tridentina es una liturgia ‘de Dios y yo’.


La elección entre estas dos liturgias diferentes pone a la iglesia en un nuevo cruce de caminos: uno más abierto, más ecuménico, más comunitario, más prosaico que el otro. La cuestión es cuál de los dos tiene más probabilidades de crear el mundo que Jesús nos presenta y con el que nosotros soñamos. Hay muchas más cuestiones con las que nos enfrentaremos como resultado de esta nueva curva en la carretera litúrgica ... Las cuestiones teológicas que merodean bajo el incienso y quedan oscurecidas por el idioma son mucho más serias que todo eso. Cuestionan lo que realmente es bueno para la iglesia: ¿el ecumenismo o los guetos eclesiásticos?, ¿altares y barandillas que cierran el presbiterio?, ¿mística o misterio?, ¿tanta encarnación como divinidad?, ¿espiritualidad comunitaria o privada
?

7 comentarios:

  1. Muy interesantes todos los artículos y temas.
    Desde mi punto de vista, lo esencial es la transmisión de la experiencia de Cristo en el corazón. Digo: Que Cristo viva en el interior de uno. El sacramento de la Eucaristía es un inmejorable puente a esa experiencia.
    Sin embargo considero que depende mas de la apertura del fiel que participa y de la fe conque lo haga; del oficiante y su apertura al misterio profundo de la consagración y por supuesto de la gracia. Esto por cierto puede darse en el marco del rito latino o no. El ámbito condiciona pero no determina.
    Gracias por la posibilidad de expresión.
    Un saludo fraterno en el amor de Cristo.

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  2. Muy interesante y acertada la entrada. Y plenamente de acuerdo con el comentario del hermano Laszio. Solamente querría señalar que en un mundo en el que desde hace más de cincuenta años el predominio de la música popular en inglés ( por poner el caso más representativo) ha hecho que millones de personas entretuvieran sus alegrías y sus penas, sus fiestas y sus romances mediante canciones cuyas letras no podían ni entender ni pronunciar a no ser al modo del simpar wachi wachi, nos indica que el tema puede no estar tanto en un lenguaje que se entienda mucho o poco sino en la voluntad y el ánimo de participar, sea ya en una fiesta o en un rito o en algo que tiene de ambos. Por lo demás en una época en que a través de internet se puede conseguir más información sobre el rito preconciliar que en diez misales de los antiguos, el que no se entera es que no quiere,y está bien y el que quiere se entera y también está bien.

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  3. Para mi el problema de la liturgia preconciliar no es la lengua o los gestos de un tipo u otro sino la concepción de dios y de la iglesia de la que parte. Un Dios alejado de nosotros, al que sólo puede dirigirse un "especialista" previamente purificado: el sacerdote.

    Los fieles participan como espectadores porque no están cualificados para acercarse a ese supuesto dios ajeno al hombre en un misterio remoto, al que hay que dirigirse en una lengua diferente a la habitual y que parece un gran señor, muy lejano del Abbá de Jesús.

    Creo que esta concepción termina cosificando los ritos,sacralizándonlos, y alejándonos de Dios y de la mística, que debe ser la meta de toda religión y de sus ritos. En realidad el crsitanismo primitivo relativiza los ritos y los humaniza y acerca al hombre, descubriendo al sacralidad de toda la vida, sin separar vida y celebración litúrgica.

    Recuperar el sentido evangélico de la liturgia debería ser el camino de renovación de la liturgia hoy. No es una simple cuestión de formas sino de imágenes de Dios (Alejado o cercano al ser humano) y de imágenes de la Iglesia (abierta a todos sin perder su identidad o cerrada a un mundo que considera perdido e inferior a ella).

    Me inclino por un Dios cercano y una Iglesia que refleje ese Dios humano, por lo que prefiero una liturgia más comunitaria, sencilla, humana y humanizadora, abierta a la pluralidad dee experiencias de las diversas comunidades que la celebran, es decir, muy plural y creativa.

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  4. Por cierto Hermano José Antonio, comparto sus dichos. Es verdad que detrás de las formas yace una concepción determinada y un emplazamiento mental y espiritual del oferente y del participante. Por mi parte creo que la existencia de la opción (Celebrar la eucaristía según diversos ritos) es lo mejor ya que la diversidad humana puede entonces acercarse al sacramento desde su particular manera de vivenciar a Dios. Particularmente, anhelo una Iglesia Madre, pluriabarcante, que cobije las expresiones ortodoxas, latinas, tradicionalistas, progresistas, de corrientes protestantes etc. Es que no puedo olvidar que el sol sale para todos y que llueve sobre todos los campos tarde o temprano.
    Este tipo de blogs contribuyen sin duda a la fraternidad humana.
    Saludos en Cristo.

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  5. Ojalá que esa bella visión del rostro plural de la Iglesia sea más transparentee en la realidad eclesial cada día. La nubes pasajeras no nos pueden hacer olvidar que tras ellas está el sol.

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  6. Me ha dado mucha pena que en este monasterio de la Orden se utilice el rito citado, se puede hacer, claro, pero comparto lo expuesto por José Antonio y mi admirada Chittister, y conforme profundizo en el sentido y las palabras y fórmulas del sacramento de la Eucaristía, más me admiro y sorprendo una hondura insondable, incluso en castellano (aunque estudié latín hasta 4º de carrera). Para mí, el misterio está mucho más allá de unas palabras crípticas e imaginarse lo que ocurre en ese altar que no veo, pues veo sólo una espalda: muchas veces a mí -y a tantos-, la unción del momento me ha hecho cerrar los ojos con reverencia durante la consagración y más partes de la Eucaristía, pero no querría que cristianos sin posibilidad de más formación se vieran privados de algo tan entrañable como unirse a palabras tan sanadoras y que crean comunión como ese "Por Cristo, con Él y en Él", y cuántas veces es un día cualquiera cuando cae, como fruto maduro, la esencia viva y nueva de esas palabras cuyo significado normal conocemos pero su misterio se revela cuando estamos preparados, no cuando queremos. Pero si hay una Misa en latín y de espaldas, pues iré, pero probablemente me entristezca como cuando he tenido que ir a Misas en otros idiomas peninsulares, es como privarme de un vínculo de comunión.

    Y personalmente, me sorprende y apena que esté ocurriendo en un monasterio de la Orden, pero lo que me importa realmente es que sigamos pudiendo celebrar Eucaristías y escucharnos y convivir todos como hermanos que somos, que la voz del AMOR es el esperanto más precioso. A propósito, ¿os ha llegado un ppoint con el "Padre Nuestro" en arameo? No hay palabras para abarcar esa sonoridad en la que Jesús se unía al Padre amándonos ya a todos. Un beso. Isabel M. G.

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  7. Me parecen muy tristes, tanto los comentarios, como el articulo. En el se intuyen un claro desconocimiento de la liturgia tradicional. Decís equivocada o maliciosamente "preconciliar". Como si antes de 1959 la Iglesia no hubiera existido. Como si viniéramos del paganismo antes del Concilio Vaticano II. En la misa "Novus Ordo" el centro de la ceremonia es el pueblo. Sin embargo tradicional el centro de toda la liturgia es Dios. Cristo nuestro Señor, cuando instauro la eucaristía, NO dijo "haced esto en conmemoración vuestra". Por otro lado la misa según el rito tradicional es mucho mas participativa que la de Novus Ordo. Solo hay que querer aprender, comprender y querer participar. Para mayor gloria de Dios, no nuestra. Como Decía Santa Ángela de la Cruz. "No ser, no querer ser, pisotear el "Yo". Y enterrarlo si fuera posible"

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