miércoles, 7 de abril de 2010

Comentario al Evangelio del día de Pascua por el P. Francisco R. De Pascual, monje cisterciense.


En estos días se reciben muchos “aleluyas” y muchos “pp-eses” con dibujitos y fotitos que hablan de la Resurrección del Señor, y no se parece en nada la cosa a la realidad, según mi parecer (aunque algunas cosas son muy “bonitas”, y llevan una gran carga en “megas”.

Pero me da la sensación de que vamos sustituyendo las sensaciones espirituales (o sea, las del espíritu) por las sensaciones agradables y estéticas que nos producen esas fotos y esos “pp-eses”. A muchos no les supone gran cosa, a nivel experiencial, por ejemplo, una Vigilia Pascual, y el día de Pascua, o el lunes, se dedican a enviar “pp-eses” con fotos y textos de lo más variopinto para tratar de expresar la alegría pascual y poner un poco de olor al relato de la Resurrección.

En fin, los cistercienses, a pesar de ser más austeros por tradición, llegada la época de la electrónica y las comunicaciones, y ya que tenemos fácil acceso a los ordenadores, pues también nos hemos sumado a todos los que envían “monaditas”, y así, como todos se las pasan a todos, al final ya no sabemos qué admirar, si las fotos tan bonitas que llegan, los textos que se adjuntan –que no se sabe muchas veces de quién son ni qué quieren decir-, y unas musiquitas de lo más dulce y enternecedor que te hacen abrir la boca de pura elevación…

Ya he dicho muchas veces que el paso de la cultura de la palabra a la cultura de la imagen trae sus consecuencias, positivas y negativas… El problema de las imágenes es que, en primer lugar, no son tan numerosas como las palabras; en segundo lugar, la imagen hay que registrarla en un soporte, de color o en blanco y negro; generalmente te llega ya manipulada, y sólo deja huella momentánea en la retina… enseguida desaparece; todavía somos o pertenecemos a la cultura de la palabra (nos acordamos de las palabras que nos dijo alguien que nos ha herido… pero no recordamos la cara que puso al decirlas… y a lo que damos vueltas es a sus palabras… no a la cara que puso…).

Las nuevas generaciones están menos dotadas para el mundo de la palabra (bueno, quiero decir que tienen menos sensibilidad ante la palabra), y viven más de imágenes. Por eso, si no tienen imágenes –estímulos- se quedan “en blanco”. Todos los padres dicen que hablar con sus hijos es como hablar con árboles. Y esto también se va metiendo en los monasterios.

Bueno, pero, como siempre, ya me estoy enrollando y corro el riesgo de perderme.

Yo a lo que voy es que dos semanas antes del domingo de Pascua los relatos litúrgicos de las lecturas y de los evangelios proclamados han sido de un contenido riquísimo en imágenes, en diálogos, en contrastes, en cuadros distintos en un mismo relato, en enfrentamientos violentísimos verbalmente (¡y habría que haber visto las caras de Jesús y los fariseos!). Lo malo es que, generalmente, los lectores de esas lecturas no relatan bien, no entonan debidamente, no distinguen entre cuadro y cuadro del relato, lo hacen todo seguido, sin énfasis, sin pasión, sin admiración por lo que leen (y así no pueden transmitir admiración a los demás…). Y no es que enfaticen más o menos las frases; generalmente se les escapan los pequeños detalles del relato, esos en los que hay que detener un poco la voz, modularla, y, si es posible, mirar un poco al auditorio (como diciendo: “¡Eh, que esto es importante!”).

Ya me vuelvo a liar. Lo que quería decir es que a veces, y no quiero generalizar, esas mismas personas que han leído un poco chapuceramente las lecturas en la liturgia, luego van a un ordenador, y se componen un “pp-ese” sobre la resurrección con rosas, florecitas, cielos sin nubes, lucecitas y estrellas, y hasta ositos y gatitos que suben y bajan… y confunden la experiencia pascual –según las fotos que envían- con la amistad, con la inocencia de la infancia, con los mares del sur y las arenas de playas tranquilas… (que, en definitiva, es a donde nos gustaría ir a todos… y no podemos.. luego hay mucha proyección del inconsciente, ¡ojo!).

Bueno, a ver si entro en el tema de una vez.

Hay un detalle en el relato del día de Pascua sobre el que no he oído nunca comentarios, ni he visto cuadros, ni mucho menos fotos para los “pp-eses”.

Dice el evangelista del día de Pascua que “PEDRO Y JUAN ECONTRARON LAS VENDAS Y EL SUDARIO EN UN ÁNGULO DEL SEPULCRO, BIEN DOBLADOS”.

Jesús es que no dejaba pasar detalle. ¡Mira que ponerse a doblar las sábanas nada más resucitar! ¿Qué pensaría mientras las doblaba?

Estaría dando gracias al Padre, charlando con él; lo primero que se dijo fue: “¡Bueno, y ahora a por los chicos esos… que se van a quedar patidifusos nada más verme!”. Se tropezó con María, primero, camino de lago –los apóstoles se habían ido a pescar- y allí les preparó un tentempié con unos peces asados, y los esperó en la playa.

De hecho Jesús se pasó dos semanas de preparativos. Se preparó él mismo la entrada en Jerusalén (con un burro que cuidaba un amigo de Marta, pues ésta se lo preparaba al Señor para sus andanzas y que no destrozara tántas sandalias… iba a ser una sorpresa; pero Jesús lo sabía, pues Marta no se callaba nada…). Sobre todo se preparó bien la cena con sus discípulos (les mandó a casa de un amigo, donde Jesús había estado previamente viéndolo todo, cuidando los detalles, procurando un ambiente confortable…). Los ceporros de los apóstoles pensaban que era una cena de amigos; pero Jesús pensaba en algo más, y no era ese tipo de cena lo que Jesús preparaba esta vez. No se la dejó preparar a los apóstoles por eso, porque eran un poco ordinarios (de los que confunden la sencillez con la vulgaridad, sin querer ofender a nadie), y Pedro y los otros se hubieran puesto a asar el cordero en una hoguera, de cualquier manera, y lo hubieran llenado todo de humazo… Jesús encargó un cordero no asado, sino estofado, pues tenía “salsa”, y mojaban todos en ella.

Quizá se ha hecho del Evangelio algo “teológico”, “escriturístico” y “hermenéutico”… pero se nos han escapado las relaciones que hay entre los personajes a que se refiere la narración. Quizá por eso no sepamos relacionarnos “evangélicamente”, y nuestras relaciones sean más bien “hermenéuticas”…

Sí, efectivamente, Jesús era un detallista, y dejó sus mejores signos, sus mejores palabras, el tono más tierno de su corazón para ese momento.

La eucaristía no es sólo una reunión de amigos, un rato de convivencia, un estar juntos y luego si te he visto no me acuerdo. Los apóstoles se sorprendieron ante lo que Jesús hacía, como muchos cristianos –y también en los monasterios- quedamos sorprendidos por lo que se hace “en misa”, y a las misas las calificamos de “bonitas” o “aburridas”, como los “pp-eses”.

Jesús seguro que dobló las sábanas con calma, con mimo, como quien deja su testamento, las pruebas de que ha estado muerto. Y cuando salió del sepulcro respiró lleno de alegría otra vez: lleno los pulmones de aire, saludo al sol radiante de la mañana como a su “colega”… y fue buscando a sus discípulos, jugando con ellos, demostrando que les conocía, que sabía cuáles iban a ser sus reacciones, sabiendo dónde iban a estar, que pensarían.. Porque el tiempo que Jesús estuvo con sus discípulos le sirvió para conocerlos, para saber sus reacciones y prontos, para dejar en cada uno de ellos una impronta personal…

Y finalmente, se decidió a poner en ellos no palabras ni imágenes, ni reprimendas, ni milagros… puso en ellos pasión, alegría, gozo, y encendió su optimismo, les prometió estar con ellos hasta el fin de los tiempos. Sopló su Espíritu y volvió al Padre.



Con un fraternal recuerdo pascual.



FRANCISCO R. DE PASCUAL

2 comentarios:

  1. Pues sí la praxis siempre debe ser el reflejo del pensamiento y de la palabra. Aunque un poco larga :)) me ha gustado la reflexión.
    Un abrazo. Pablo.

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  2. Es verdad, como reconoce francisco rafael, se enrolla un poco, pero el mensaje es una buena reflexión.

    Un abrazo también para ti.
    Pablo.

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