jueves, 30 de abril de 2009

LA REVOLUCIÓN CISTERCIENSE (V): Apuntes para una perspectiva ecuménica cisterciense.


3.4. La mística cisterciense: Una mística política.

Una de las consecuencias de la derrota política y cultural de la revolución cisterciense del siglo XII, ha sido el olvido de la naturaleza de la experiencia mística cisterciense que fue el motor que animó todas sus actividades en pro de una reforma radical del orden espiritual y social.

En la actualidad la mística cisterciense se interpreta en clave espiritualista, individualista, afectiva o ascética como un fenómeno interno, alejado de la dimensión social y política y de la praxis transformadora de la realidad. Esto es fruto de la historia de la mística en Occidente, que se ha convertido en un fenómeno socialmente marginal, al ser considerada como una realidad de tipo interno y psicológico que se producía en personas singulares.

La causa de esta deformación está en la represión que se ejerció sobre la mística, especialmente sobre las místicas que propugnaban cambios sociales radicales. Esta represión supuso la eliminación, a veces física, de los místicos y, en otras ocasiones, la manipulación ideológica de la mística, a veces inconsciente, pero que ha impedido que la experiencia mística alcanzara toda su plenitud y se haya quedado reducida a un ámbito interno e individual.

La mística cisterciense necesita ser redescubierta y reinterpretada desde la perspectiva de la nueva conciencia emergente. Se trata de reactualizarla y de separarla de interpretaciones que intentan hacer olvidar su carácter liberador y revolucionario.

Hoy “la epistemología moderna insiste en que no existen , o puros, ajenos a alguna forma de elaboración, construcción o interpretación por parte del sujeto”.[1] Esta interpretación “está realizada por un sujeto, individual o colectivo históricamente situado, es decir, un sujeto que participa de una forma concreta de sociedad productiva, que pertenece a una determinada clase social, que vive en contacto con o inserto en realidades de uno u otro signo, que tiene, consciente o inconscientemente, unas solidaridades e intereses concretos”.[2]

Para hacer una interpretación de la mística cisterciense desde la perspectiva ecuménica en la que nos situamos necesitamos establecer a qué nivel de conciencia pertenece, en qué paradigma cultural se expresó y qué intereses sociales representó. Sólo podremos conocer de una manera cercana a la objetividad, es decir, crítica, la experiencia cisterciense si la interpretamos teniendo en cuenta el significado que tuvo en el contexto en el que nació y si somos capaces de diferenciar el paradigma cultural en que se expresó de la experiencia en sí.

Pienso que la mística cisterciense es una experiencia de tipo cosmoteándrico o pluralista, una mística política, expresada en el paradigma cultural propio del siglo XII, que podríamos llamar humanista simbólico, y fue expresión de un movimiento que propugnaba una revolución social y cultural de tendencia, que hoy llamaríamos, socialista.

a). la mística cisterciense no es una praxis ética o ascética individualista.

Bernardo define la plenitud de la experiencia cisterciense como el acuerdo fundamental y estable de la voluntad humana con la voluntad divina, esto sería una de las maneras de describir la experiencia mística que él denomina sabiduría del Amor.[3]

Este acuerdo se manifiesta como un crecimiento ético y necesita de un esfuerzo ascético (ejercicios corporales y espirituales). Pero no se puede reducir a estos. Son un camino para alcanzar la meta: el Amor.

Este Amor del que se habla se define en términos de voluntad para hacer comprender que la experiencia mística va más allá de un simple sentimentalismo o racionalismo religioso (por eso los cistercienses dicen que hay que pasar de un amor “carnal” o imaginativo-afectivo a un amor “espiritual”, pluralista o ético-místico, del hombre racional al hombre espiritual).

El camino monástico aparece como un camino de “sanación” de nuestra voluntad (que aquí es símbolo de nuestro centro integrador), haciéndola crecer y salir de una identificación puramente con nuestros intereses individuales hasta abrirla a una identificación con los intereses de toda la realidad, los intereses sociales.

Por eso, la libertad cisterciense se entiende en clave relacional y pluralista: romper nuestra identificación egoica y alcanzar una identidad universal sin perder nuestra individualidad.
Desde esta perspectiva, la defensa del valor de la obediencia que los cistercienses hacen, va unida a la idea de libertad y está en oposición con la obediencia como la entiende la sociedad feudal, sometimiento de unos hombres a otros. Es todo lo contrario.

Obedecer a Dios es relativizar las obediencias humanas y liberar el oído para que pueda escuchar y armonizarse con la totalidad de la realidad, y actuar desde esta búsqueda de la armonía con todo y con todos, que supone, en la vida social, una opción de defensa de los débiles y de oposición a los injustos. Por eso, esta obediencia tendrá muchas veces un carácter profético, polémico y reformador.

Unido a la defensa del valor de la obediencia estará el de la humildad, que también va en la línea de una revalorización de los pobres, humildes y marginados sociales. Tiene, por tanto, un fuerte contenido reformista y crítico con la sociedad de la época.

Es una forma de expresar la experiencia mística pluralista, que considera que el desarrollo espiritual[4] se realiza en espiral, es decir, supone un regresar a los niveles “inferiores”, humildes, desde el punto de vista del ego, pero situados ya en una posición transpersonal, es decir, más allá del ego. Va unida a la idea de “regresión al servicio de la trascendencia” de la que hablan algunos psicólogos. Descubrir la plenitud de esos niveles aparentemente “inferiores” es la máxima experiencia mística, supone una integración de toda la realidad más allá de jerarquías relativas de valores abstractos y, desde el punto de vista social, lleva a una opción por los pobres y a una búsqueda de sistemas políticos menos jerárquicos y más igualitarios.

La espiritualidad cisterciense debe ser reinterpretada en clave pluralista para liberarla de las interpretaciones en categorías autoritarias o competitivo-capitalistas que la falsifican. Estas han sido comunes en la reinterpretación de la mística hecha en otras épocas y aún perduran de manera más o menos inconsciente. A C. Comín recuerda cómo en los años 40- 50 estos eran los valores que predominaban en la enseñanza religiosa en España.

“sumisión y obediencia, virtudes ensalzadas. Ellas asegurarían el triunfo en la vida. Y en la otra vida. El concepto represivo de una obediencia tenía una importante base ideológica en la religión proclamada”.[5]



[1] J. Lois, o. c. p. 16.
[2] Ibíd. p. 17.
[3] Ch. Dumont, En el Camino de la Paz, Monte Carmelo, Burgos, 2002, p.3
[4] M. Washburn, o. c., p.18.
[5] A. C. Comín, El Credo que ha dado sentido a mi Vida, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, p.41.
[6] L. Maldonado, Iniciación a la Teología de los Sacramentos, Marova, Madrid, 1977, p. 105.
[7] J. M. Castillo, La Alternativa Cristiana, Sígueme, Salamanca, 1980, p.271.
[8] L. Maldonado, o. c. p. 104.
[9] J. Garrido, Proceso Humano y Gracia de Dios, Sal Térrea, Santander, 1996, p.607-608.
[10] A. Fracheboud, Espiritualidad Cisterciense, Abadía de Viaceli, 1970, p19.
[11] J. M. de la Torre, Guillermo de Saint-Thierry: Un formador de creyentes, Publicaciones Claretians, Madrid, 1993,. p.159.
[12] Guillermo de Saint-Thierry, Sobre la Naturaleza y Dignidad del Amor, n.14.
[13] San Bernardo, Libro sobre el amor a Dios, XV, 39.
[14] VV. AA. La Persona y su crecimiento, PRH-Internacional, Madrid, 2006, p.146.
[15] J. Garrido, o. c. p. 242.
[16] Ibíd. p. 240.
[17] Ibíd. p. 53.
[18] Ch. Dumont, La Sabiduría ardiente, Monte Carmelo, Burgos, 2005, p. 109.
[19] San Bernardo, Sermones sobre el Cantar, 74,4-6.
[20] Ibíd. 85,13.
[21] Idem. Sermones varios, 98.
[22] Guillermo de Saint- Thierry, Carta de Oro, n.289.
[23] Ibíd. n.262.
[24] Ibíd. n.288.
[25] Ch. Dumont, En el Camino de la Paz, Monte Carmelo, Burgos, 2002, p.3.
[26] J. Bosch, o. c. p.732.
[27] J. Gómez Caffarena, La Entraña Humanista del Cristianismo, Verbo Divino, Estella, 1988, p.58.
[28] Ibíd. p.290.
[29] Roberto de la Iglesia, La eclesiología monástica de San Elredo de Rieval, Cistercium n.250, Benavente, 2008, p 81-101.

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