martes, 12 de mayo de 2009

Sobre thomas Merton, un monje cisterciense ecuménico y profético.

El P. Thomas Merton es de una personalidad compleja.

En un principio el monasterio fue para él “la escuela del divino servicio”, el clima ideal donde poder realizarse en libertad, en el humus del silencio, soledad y oración. La oración enraizó tan vitalmente en lo hondo de su ser, que en adelante le fue imprescindible como el respirar. Hasta en el trajín ruidoso y nada propicio de la maraña de sus múltiples ocupaciones, siempre encontró un tiempo y una lugar para orar... Calibraba los lugares según le resultaban útiles o no para la oración.

La vida de Comunidad era el cauce por el que se deslizaba sereno su extraordinario don de gentes, su abultada capacidad de relacionarse con los demás. Y muy lentamente comenzó a morderle una secreta insatisfacción. Necesitaba, comunicar su experiencia de Dios, su fe, su oración. Sabía que el monje es un hombre solitario y solidario. Por eso entendía, que la experiencia de Dios no era un don que se le diera a él para su exclusiva fruición privada, ni siquiera sólo para su Comunidad. El horizonte se le ampliaba: los creyentes, el mundo entero. Le urgía. Era una gracia social.

La solución a su desasosiego interior llegó el día en que descubrió su vocación de escritor.

“Soy consciente de este individuo que es monje y escritor”.
(Conjeturas de un espectador culpable, 223-229).

“Esta gracia especial le unía al destello divino del Espíritu:”el ser verdadero” daba vida a su estilo como autor, confiriendo a su escritor el poder despertar el mismo anhelo espiritual en los corazones de sus lectores” (Henry Nowen).

Sus temas preferidos son la revitalización de la vida espiritual del monje, el amor a la soledad, el silencio y la oración continua, la contemplación y el lugar que ocupan los monjes en una sociedad como la nuestra tan materialista, hedonista y agnóstica, en la cual todo es relativo. Sin perder de vista la vocación de los cristianos que viven y luchan por salvaguardar su fe en un ambiente tan paganizado.

“El ministerio peculiar del monje moderno es el de mantener viva la experiencia contemplativa, dejar el camino abierto al hombre de la tecnología moderna, para que pueda recuperar la integridad de sus profundidades más interiores”.

Su primer libro fue La montaña de los siete círculos, su obra más famosa, que al pertenecer al género de “sicología religiosa”, transmite en ella, más que teorías o conceptos, reflejos de su vida interior, valores auténticos que contagian a muchos jóvenes, que se convierten a la Iglesia Católica y buscan su realización personal en la vida monástica:

“Recuerdo al P. Merton hablándonos a los estudiantes del Monasterio de que todos debíamos tender a ser teólogos, es decir, capaces de hablar de Dios y de los caminos de Dios para la humanidad, y no hacia pretensiones de estar académicamente preparados en teología”.
(Patrick Hart, monje de Gethsemani).

Sus mejores trabajos no son presentaciones sistemáticas de Verdades Divinas, sino una variedad plural de experiencias espirituales que ayuden al lector a descubrir el conocimiento amoroso de Dios.

Sus temas preferidos son la vida espiritual, la soledad, la contemplación y el lugar de los monjes, de los cristianos que viven y luchan en el mundo moderno. Y lo hace con un lenguaje sencillo y nuevo, asequible a todos los públicos: desde la propia y personal experiencia de Dios.

El era teólogo en términos patrísticos, es decir, podía hablar de Dios porque lo había experimentado. Evagrio describe al teólogo de una forma muy sucinta: “Quien verdaderamente reza es un teólogo”.

Thomas Merton no es propiamente hablando un teólogo: lo que transmite y cautiva es su propia experiencia interior, plasmada en libros como Semillas de contemplación, El signo de Jonás, Las aguas de Siloé, Pan en el desierto, Diarios 1939-1960. 1960-1968.(Patrick Hart: La vida íntima de un gran maestro espiritual).

Esta vena y fervor de escritor “en busca siempre de una intimidad contemplativa con Dios, en clave puramente privada” (Cilia), se vio repentinamente turbada cuando la obediencia le encomendó la formación de los novicios y estudiantes del monasterio. Este hecho, aparentemente intranscendente, junto con la percepción de que ciertas rutinas monásticas chocaban con sus deseos de comunión y solidaridad, le hizo descubrir y enriquecerse con la dimensión comunitaria de la vida monástica y cristiana. Y comenzó a vivir el itinerario de la soledad en comunión. Esta experiencia la tradujo en un nuevo libro significativo por su título Los hombres no son islas, en el que aparece un ensanchamiento de sus horizontes recortados, hasta llegar a descubrir y vivenciar la dimensión comunitaria de la persona y sus valores sociales.

El hombre es un ser que ha nacido para vivir en sociedad, para la comunicación, la comunión y el amor. Es la primera condición de la madurez humana.

Esto le llevó a declararse objetor de conciencia, superando la ética individualista como católico, y a criticar públicamente en un libro valiente, titulado Semillas de destrucción, la política de Estados Unidos en Vietnam, la violencia y el armamento nuclear, circunstancia que le acarreó, por parte del Abad General de su Orden, la prohibición de escribir de “política”, considerando esto ajeno a los monjes. Pero su pensamiento continuó siendo el mismo:

“En lugar de odiar a las personas que piensas que son las que hacen la guerra, odia los apetitos y el desorden en tu propio corazón, que son las causas de la guerra”.

Más tarde le daría la razón el Vaticano II cuando declaraba:

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (G.S. 1).

Atraído por una fuerte exigencia interior a la soledad, obtuvo por fin autorización, tras insistentes peticiones, para vivir en una ermita, cerca del monasterio, del que nunca se desligó y que frecuentaba con cierta asiduidad. Allí siguió profundizando, en un clima de silencio, pobreza y oración contemplativa, en las tradiciones espirituales de su Orden y de sus principales escritores, a la vez que abrió sus horizontes espirituales a las tradiciones místicas de Oriente.

Dios había hecho de su pobreza, su morada de silencio, donde todo su ser se concentraba en adorar el secreto de su Presencia.

Al mismo tiempo que propone la línea monástica renovada y actualizada, desdibujada por el paso del tiempo y de los siglos, enseña a los cristianos a vivir la vida contemplativa en el mundo, viviendo los avatares de lo cotidiano.

“En Merton convivieron durante toda su vida tendencias e impulsos muy marcados: silencio y palabra, soledad y comunidad; memoria y profecía; trascendencia e inmanencia, crítica y esperanza, oración y servicio, la vía de la luz y la de la noche” (La respuesta del monje en tiempos de opciones cruciales”, en el Parlamento de las Religiones, Barcelona 2004: por Francisco R. de Pascual y Fernando Beltrán Llavador).

En los últimos años de su vida, repentinamente truncada, su corazón siempre en camino, se sintió urgido por una verdad que le acuciaba. Las distintas Religiones no pueden ignorarse unas a otras, ni seguir viviendo en una desconfianza mutua secular. Soñaba y buscó la unidad espiritual que en la actualidad viven las Religiones, siguiendo caminos seculares diferentes o contrapuestos.
Intentó conciliar los opuestos. Aquello fue como intentar cambiar el alma que infundía hasta ahora a las notas de su violín, por los colores, por la belleza de otros sonidos, soñando, intentando formar una gran orquesta de instrumentos diferentes y complementarios.

Para lograrlo ideó un encuentro de Religiones diversas:

“Creo que mediante la apertura al Budismo, al Hinduismo, y a esas grandes tradiciones de Asia, nos colocamos ante una maravillosa oportunidad de aprender más sobre las potencialidades de nuestras propias Tradiciones...La combinación de las técnicas naturales y la gracia, y las demás cosas que han sido manifestadas en Asia y la libertad cristiana del Evangelio, deberían llevarnos al menos a esa total y trascendental libertad que está más allá de todas las diferencias culturales y meramente externas”.
(Diario de Asia, 303-304).

Después de un encuentro profundo en la India, Tibet, con el Dalai-Lama en 1968, anotaba éste en su autobiografía la impresión que le había causado Thomas Merton.

Mucho más impactante que su apariencia externa, que en si misma era distinguida, era la vida interior que manifestaba. Podía ver que era un hombre profundamente espiritual y verdaderamente humilde. Era la primera vez que me sentí conmovido por tal sentimiento de espiritualidad de alguien que profesaba el cristianismo...fue Merton quien me introdujo, por primera vez, en el significado real de la palabra “cristiano”.

El Dalai-Lama acabó definiéndolo, como un “buda natural”.

“Y el mundo del Islam como un “simurgh, ese pájaro de alto vuelo en la mitología persa” (Francisco R. de Pascual).

Lo que impresionaba de él no era lo que decía o escribía, sino “lo que era”. Vivió siempre al aire del Espíritu, intentando secundar en su vida lo que éste le inspiraba. Su vida fue gracia correspondida.

Thomas Merton murió en Bangkok, donde se encontraba asistiendo a un Congreso ecuménico de monjes católicos y budistas.

Se acababa de cumplir en él la confesión poética de su admirado, comentado y seguido S. Juan de la Cruz:

“Volé tan alto tan alto,
que le di a la caza alcance”.




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3 comentarios:

  1. CONCIENCIA PRIMORDIAL... Único él y único tú...por acercarnos tanto contenido con perfume de la Verdad. Me retiro que es tarde ya... Repetirme en felicitarte,como siempre...
    por llevarme a ese Espacio que a todos nos traspasa.

    Feliz noche con el Perfume de la Virtud, José.

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  2. De la forma más atenta y respetuosa las y los invitamos a visitar el portal de reflexión teológica y a escribirnos al correo teologiauned@gmail.com de los y las estudiantes de teología de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica

    http://portaldereflexionteologica.blogspot.com/

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  3. He dado por "casualidad" con tu blog, llevado por mi admiración a Thomas Merton...creo que el sigue guiandome hacia esa espiritualidad profunda que tanto me cautiva...sencillamente gracias, por esta reseña de su vida, tan clara.
    El blog es muy lindo e interesante...Saludos desde Bs.As. Argentina

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