viernes, 18 de junio de 2010

La película: “De dioses y hombres” de Xavier Beauvois




“De dioses y hombres” de Xavier Beauvois, que recientemente ha sido galardonada con el Grand Prix de honor, el segundo más alto premio del Festival de Cannes, narra la historia de siete monjes cistercienses martirizados en 1996 en las montañas de Argelia por un grupo de islamistas. Beauvois presenta a la comunidad de monjes sumidos en una vida contemplativa y al servicio de los más pobres en las montañas de Atlas (Argelia), con quienes establecen profundos vínculos de amistad y viven en relativa paz y armonía a pesar de profesar credos distintos. Pero todo se tuerce a partir del conflicto entre el gobierno local y pequeños grupos extremistas que terminarán por martirizar hasta la muerte a la pequeña comunidad de monjes.

Christian, Christophe, Bruno, Célestin, Luc, Michel y Paul son los nombres de los siete monjes cistercienses que el 21 de mayo de 1996 fueron asesinados por un grupo de extremistas islámicos, aunque algunas voces apuntan más hacia un error del ejército argelino. El final de esta pequeña comunidad del monasterio de Nôtre-Dame del Atlas, en Tibhirine (Argelia) arranca durante la noche del 26 de marzo cuando son secuestrados por el Grupo Islámico Armado (GIA). Para la liberación de los monjes el GIA exigía, en un comunicado, la liberación de uno de sus miembros fundadores, Abdelhak Layada, que se encontraba en prisión desde 1994. No obstante, después de un mes de un largo silencio, apareció un segundo comunicado en el que el GIA anuncia que ha ejecutado a los siete monjes. La sospecha se confirma el 31 de mayo cuando las autoridades argelinas descubren los cadáveres, concretamente las cabezas de cada uno de ellos.

Desde el momento en que se anuncia el secuestro de los monjes no son pocas las voces que eximen al grupo islamista y apuntan tal autoria hacia el ejército. No obstante pronto surgen distintas hipótesis. La primera atribuye la responsabilidad al GIA y al gobierno de la República de Francia. El escritor René Guiton en Si nous nous taisons… asegura que hubo una negociación frustrada entre Francia y miembros del GIA a espaldas del gobierno de Argelia. La segunda hipótesis culpabiliza al gobierno de Argelia. El periodista John W. Kisser apunta que los monjes fueron abatidos por error por el ejército cuando realizaban una operación militar desde un helicóptero contra miembros del GIA. Sin embargo, el periodista Jean-Baptiste Rivoire responsabiliza al servicio secreto argelino (DRS) que secuestró a los monjes para persuadirlos a retornar a Francia. La tercera hipótesis, armada por Armand Veilleux, procurador de la orden cisterciense, en un artículo aparecido el 24 de enero de 2003 en el diario francés Le Monde, apunta a una responsabilidad compartida entre el GIA – responsables del secuestro de los monjes – y el servicio secreto francés que llevaron negociaciones que nunca llegaron a buen puerto, y el ejército argelino que mató por error a los monjes cuando perseguía a miembros del GIA. La última hipótesis y la que siempre ha tenido más fuerza atribuye totalmente la responsabilidad al Grupo Islamista Armado. Escritos de los mismos monjes antes del secuestro muestran que eran conscientes de que eran un objetivo de los islamistas cuyo fin era dar muerte a todos los infieles del Islam. Esta tesis fue respaldada por el periodista Didier Contant, quien murió en un misterioso suicidio en 2004 y que desmontó toda conspiración que quitaba la responsabilidad a los islamistas.


El monasterio de la comunidad cisterciense fue levantado en 1938 a cien kilómetros de Argel, en las Montañas del Atlas, poblada básicamente por bereberes. A partir de la independencia de Argelia en 1962 el monasterio corre el riesgo de ser cerrado por las continuas amenazas de expulsión de ciudadanos extranjeros – infieles –. A partir de 1994 los acontecimientos se aceleran y empiezan a producirse asesinatos de sacerdotes y religiosos – tanto hombres como mujeres –. El prefecto de la orden propone distintas alternativas para evitar una masacre: instalar una guardia en el recinto del monasterio, regresar temporalmente a Francia o trasladarse a una zona segura. Los monjes tomaron la decisión de permanecer en el convento. Y así fue cuando siete de ellos – dos monjes no fueron descubiertos, así como un grupo de doce personas – fueron secuestrados la noche del 26 de marzo de 1996. El 31 de marzo, el Santo Padre Juan Pablo II hizo un llamamiento durante el rezo del Ángelus del Domingo de Ramos para que los monjes pudieran regresar sanos a su monasterio junto a sus amigos argelinos. El 15 de abril el Papa volvió a repetir su petición durante su visita a Túnez. Cinco días más tarde los secuestradores pedían directamente al gobierno francés la liberación de prisioneros políticos del GIA, en especial Abdelhak Layada, a cambio de los monjes, sino estos serían degollados. Y así fue.


Todavía hoy desconocemos a ciencia cierta quién o quiénes fueron los responsables del secuestro y asesinato de siente monjes cistercienses, lo que demuestra una vez más la falta de transparencia de los servicios secretos de muchos países europeos, cuyo objeto es generar seguridad y no lo contrario. Respecto a los siete monjes, estos son una muestra de seguimiento a Cristo, pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14 6).


martes, 15 de junio de 2010

La sabiduría de los Padres del Desierto trasmitida por Evagrio Póntico (345 - 399)



Apotegmas (sentencias o enseñanzas):


Tomado de http://www.ssccmanquehue.cl/ESPIRITUALIDAD/200%20-%20Para%20reflexionar/216%20-%20Evagrio%20P%C3%B3ntico%20-%20Sabidur%C3%ADa%20de%20los%20Padres%20del%20Desierto.pdf


62 (61). Cuando tu intelecto, movido por un gran deseo de Dios, se desprenda poco a poco, por así decir, de la carne y rechace todos los pensamientos procedentes de la sensación, de la memoria o del temperamento, y al mismo tiempo se encuentre lleno de piedad y alegría, entonces piensa que estás ya en el ámbito de la oración.

63 (62). El Espíritu Santo, compadeciéndose de nuestra debilidad, nos visita aun siendo impuros todavía, y con sólo hallar nuestro intelecto orando con amor sincero, entra en él, desvanece todo el ejército de razonamientos y pensamientos que lo envuelve, y lo empuja al amor de la oración espiritual.

65 (64). Todo aquel que desea vivamente la verdadera oración y se encoleriza o guarda resentimientos es un demente; pues se parece a aquel que, queriendo tener una vista penetrante, se arranca sus propios ojos.

66 (65). Si deseas orar, no hagas nada que se oponga a la oración, para que Dios, acercándose a ti, camine a tu lado.

67 (66). No representes en tu interior la divinidad cuando ores, ni consientas que se modele en tu intelecto forma alguna; antes bien, corre inmaterial hacia lo inmaterial y comprenderás.

71 (70). No podrás orar con pureza, si te atas a las cosas materiales y estás agitado por continuas preocupaciones; porque la oración es supresión de los pensamientos.

72 (71). No se puede correr estando encadenado, ni el intelecto esclavizado por alguna pasión puede ver el lugar de la oración espiritual; puesto que es arrastrado y envuelto por el pensamiento apasionado y no puede mantenerse inamovible.

123. Dichoso el monje que considera a todos los hombres como Dios, después de Dios.

124. Monje es aquel que, separado de todo, está unido a todos.

125. Monje es aquel que se estima unido a todos, porque se ve a si mismo en cada hombre sin excepción.

127. Si deseas orar evita como monje toda falsedad y todo juramento, de lo contario, en vano aparentas lo que no te es familiar.

128. Si quieres orar en espíritu, no odies a nadie y no habrá nube alguna que se te oponga en el momento de la oración.

17. El rico no adquirirá conocimiento, ni el camello entrará por el ojo de una aguja, sin embargo, ninguna de estas cosas será imposible para el Señor

lunes, 14 de junio de 2010

El peligro del silencio en la vida comunitaria.


La vida cisterciense es una vida de soledad y de comunidad, el silencio debe estar equilibrado con el diálogo. Vivido de modo equilibrado y no rígido puede ser un instrumento para conectar con lo más íntimo nuestro, nuestra dimensión espiritual. Sin equilibrio empobrece la vida de las comunidades.


Este equilibrio se perdió con la restauración trapense que exageró la dimensión penitencial y el valor del silencio, olvidándose de los peligros que este desequilibrio puede llegar a producir: deshumanización de las comunidades. Aquí os dejo una breve descripción de los peligros del silencio.

Tomado de http://www.almas.com.mx/almas/artman/publish/article_2506.php


“Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”
Mario Benedetti

El silencio es un palabra de gran impacto, que irónicamente dice mucho, pero nadie escucha nada.
En mi experiencia cercana a comunidades religiosas he notado que la cuestión del silencio se repite constantemente y no me refiero a un voto o a una enmienda por parte de la comunidad, me refiero al silencio que cada uno de sus miembros sufre y lo vive en silencio, siente el dolor, la tristeza y hasta la felicidad, pero la vive sin compartir, sin expresar a las personas cercanas, a sus “hermanos(as)” lo que le ocurre.


El silencio de alguna manera se asemeja a la muerte, ¿Pero a la muerte de qué?


¿A la muerte del vínculo con las personas? ¿A la muerte de ya no saber lo que sentimos?


Por que el silencio es el primer recurso donde se busca aparentemente un refugio de guardar, de esconder lo que sucede, de ocultar lo que pensamos y sentimos ¿Por que hay tanto miedo de hablar?


Las comunidades religiosas que más se comunican y expresan entre ellos(a) lo que les ocurre, los problemas que suceden en la rutina diaria del trabajo, es una comunidad más sana, donde por lo menos hay conocimiento claro de lo que acontece y por lo mismo resulta más fácil abordar los problemas y los conflictos que se dan a nivel interpersonal entre los hermanos(as) y a nivel personal.


Saber lo que ocurre, saber la verdad, conocer los problemas, calma la angustia entre sus miembros, evita que cada uno eche a volar su imaginación y construya circunstancias que tal vez ni existen, por eso “saber” siempre es mejor que: “no saber”, la verdad por más dura que sea, se tolera aunque duela, aunque enoje y entristezca, pero es tener el control de lo que ocurre.


El silencio nos desconecta del mundo y por ende nos desconectamos de nosotros mismos, de lo que sentimos y de lo que nos preocupa y sobre todo de lo que somos y quienes somos.


El silencio es el vació, es la nada y es lo que más nos aleja del amor, del amor al prójimo y del amor a Dios.

El silencio nos aproxima a la inexistencia y a la oscuridad, que se funde en el dolor y que como religiosos(a), sería fundamental que trasmitieran la sensación de “ vida” y por ende del amor y solo hablando y por medio de la palabras es que uno hace real lo que callamos dentro.

sábado, 12 de junio de 2010

Por una Iglesia más sencilla y evangélica. Palabras de San Bernardo al Papa Eugenio III.



“Como puedes comprobar, todo el celo de los eclesiásticos se agota únicamente en defender su dignidad personal. Todo se va en honores; casi nadie se empeña en la propia santidad. Si alguna vez, por requerirlo las circunstancias, intentas ser más sencillo y accesible, escucharás en seguida: Cuidado. No está bien, no es propio de nuestros tiempos, no corresponde a tu grandeza; lleva cuenta del cargo que representas. Lo último que mencionen será la voluntad de Dios.

Viven totalmente despreocupados de su salvación, como si creyésemos que las grandezas pueden salvarnos o pensáramos que es justo todo lo que satisface a la vanagloria. Lo humilde es juzgado en tu corte como una abyección; por eso encontrarás antes al sencillo que a quien desee parecerlo. El temor de Dios se considera como una simpleza, por no decir como una necedad. Llaman hipócrita al comedido y al hombre de conciencia. Al que ama la paz y se reserva un tiempo para su espíritu lo tienen por inútil.

Y tú, ¿en qué piensas? ¿aún no te has enterado de que te envuelven las redes de la muerte? Te suplico que te contengas un poco y me soportes. Más aún: discúlpame que te hable ahora respetuosamente, pero sin ligereza alguna. Me consume el deseo de tu bien. Ojalá que esta impetuosidad mía te sirva de algo.


Sé dónde vives; conviven contigo hombres incrédulos y rebeldes. Son lobos y no ovejas; pero eres su pastor. No lo niegues, no sea que sentándote en su sede, te rechace como heredero. Vives junto al sepulcro de Pedro. El jamás se presentó vestido de sedas, cargado de joyas, cubierto de oro sobre blanco corcel, escoltado por soldados y acompañado de aparatoso séquito. Pero desnudo de todo, tuvo suficiente fe para creer que podría cumplir el mandato salvador: Si me amas, apacienta mis ovejas.

Es como para pensar que tú no eres el sucesor de Pedro, sino del emperador Constantino. Te aconsejo que a lo más toleres esas costumbres, porque así lo han impuesto los tiempos pero que no las apetezcas como algo que te corresponde. Prefiero exhortarte a que cumplas las obligaciones que has contraído. Aunque te vistas de púrpura, aunque lleves oro encima, no tienes por qué rehuir el trabajo y la solicitud pastoral, heredero como eres del Pastor: no debes avergonzarte de anunciar el Evangelio. Al contrario, si evangelizas celosamente, participarás de la misma gloria de los apóstoles. Evangelizar es como apacentar. Cumple tu misión de evangelista y así llevarás a cabo tu oficio de pastor. "

Del Libro "De Consideratione", de San Bernardo, libro IV, capítulos 5 y 6.

viernes, 11 de junio de 2010

Amo porque amo, amo por amar, San Bernardo.




De los sermones de san Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares
Sermón 83, 4-6: Opera omnia, edición cisterciense

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.

Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.

martes, 8 de junio de 2010

Los Monjes Cistercienses de Santa María de Huerta. Ora et Labora.

Hola Amig@s, aquí os dejo este pequeño reportaje hecho a mis hermanos de Huerta, se emitió ayer en un programa de la TVE, llamado España Directo, es una pequeña pincelada de la vida que se vive hoy en los monasterios de la orden. Espero que os guste.

EL CISTER Y EL TEMPLE, por Vicente Angel Alvarez.





Uno de los aspectos en que se aprecia con mayor claridad la importancia del Císter en el impulso hacia oriente está en relación con la Orden del Temple, una de las primeras consecuencias del éxito de la primera cruzada.

Conquistada Jerusalem y constituídos los estados cruzados —condados de Edesa y Trípoli, principado de Antioquía y reino de Jerusalem—se plantea el problema esencial de su mantenimiento, cuyo dilema esencial es si la cruzada es solamente una expedición o exige una permanencia, como parece evidente.

Por otra parte, no sólo se trata de defender lo conquistado sino de garantizar a los peregrinos el acceso a los lugares santos; muchos realizan su peregrinación en grupos armados, pero, incluso en esas condiciones, es posible tropezar con dificultades. Como respuesta a una necesidad inevitable surgen pequeños grupos de caballeros que consideran imprescindible garantizar ese acceso y prestar su ayuda a los peregrinos. Es el germen de la Orden del Temple.

En 1119, Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer, con un pequeño número de caballeros, deciden poner sus armas al servicio de los peregrinos que llegan a Tierra Santa. Se trata de una iniciativa en relación con el nuevo rey de Jerusalem, Balduino II, que inicia su reinado ese mismo año, y que les adscribe a los canónigos regulares instalados en el antiguo emplazamiento del Templo, como una orden tercera.

Pronto construyen su pequeño convento anexo sin duda al santuario de la Roca, modelo de muchas de sus construcciones en Occidente.

Como tantas otras empresas humanas, los comienzos del Temple son difíciles; la explicación no exige razones complejas: la propia novedad que significa una caballería integrada por monjes, la permanente instalación en Oriente, requerida por su misión, son obstáculos más que suficientes.

Diez años después de su creación, Hugo de Payens se presentará en el concilio de Troyes, provisto de un texto de la Regla de la nueva milicia, que será aprobado en las sesiones del concilio8. Es un paso importante, pero precisa la obtención de apoyos en las potencias cristianas, lo que pretende el viaje de Hugo por Francia e Inglaterra, y una argumentación de carácter teológico que logra a través de san Bernardo.

Después de solicitárselo en varias ocasiones, logrará Hugo de Payens que san Bernardo dedique uno de sus escritos a la alabanza de la Nueva Milicia. El tratado escrito por san Bernardo nos permite conocer el concepto de su autor sobre la Cruzada y la misión de la naciente Orden; es posible valorar la importancia que el Cister —decir san Bernardo y espíritu cisterciense viene a ser lo mismo— tiene en la proyección hacia Oriente, objeto esencial de nuestra intervención en este curso.

El escrito se encuentra en la línea argumental habitual del santo; su objetivo esencial, más aún que la propia alabanza del Temple, es la conversión. Gran parte de sus obras tienen, efectivamente, esa línea argumental: la conversión del monje, en muchos de sus sermones; la conversión de los clérigos, en un escrito de ese título; la conversión de los obispos, objeto de la Vida de San Malaquías o de la Epístola al arzobispo de Sens; la conversión del propio pontificado es también el objeto del tratado De consideratione, dirigido al papa Eugenio III, al que nos referiremos después.

La alabanza de la nueva milicia responde ciertamente a su título: es una justificación de la vocación de los Templarios y una defensa de su modo de vida; pero es, sobre todo, el planteamiento de un completo itinerario espiritual para los caballeros, a través del cual podrán realizar plenamente el ideal evangélico.

El cumplimiento del ideal cristiano no exige al caballero el abandono de la misión que corresponde a su orden. San Bernardo tiene la plena seguridad de que es la vida del monje el camino más seguro para el cumplimiento de ese ideal, pero propone a los hombres de guerra un proyecto enteramente similiar: pelear el combate de Cristo, como, en otro orden de cosas, hace el monje; santificar la guerra —su actividad habitual— porque es una guerra contra los infieles, idólatras, por tanto, injustos, en defensa de los fieles de Cristo, peregrinos, los justos. En esta actividad hallarán la santificación, tomando de la santidad de los lugares en que desarrollan su actividad el motivo de su oración; o hallando incluso el martirio.

La obra consta de dos partes: en la primera se justifica la legitimidad y necesidad de la Orden; la segunda es un itinerario espiritual por Tierra Santa. No se trata de una descripción de los lugares mencionados, que san Bernardo desconoce absolutamente, sino una evocación alegórica de cada uno de ellos, a través de la cual el monje caballero —todos los caballeros y peregrinos, en general— sigue un itinerario espiritual cuyo colofón es la conversión personal y la plena identificación con Cristo, objetivo último de toda la obra del santo cisterciense…

Programa de renovación para el hombre y programa de vida, san Bernardo trasciende en su escrito la sola alabanza de la Orden. No es difícil suponer el efecto que tales argumentos, que constituyeron muy probablemente el esquema de sus predicaciones orales, hubieron de causar en los hombres de su tiempo. Es indudable que su acción fue decisiva en el crecimiento del Temple, tanto como en la promoción de una nueva cruzada.

lunes, 7 de junio de 2010

SER CONCHA Y NO CANAL (San Bernardo) _ Hay que experimentar primero antes de enseñar a otros.





Si eres sensato, preferirás ser concha y no canal; éste según recibe el agua la deja correr. La concha no: espera a llenarse y, sin menoscabo propio, rebosa lo que le sobra, consciente de que caerá la maldición sobre el que malgaste lo que le ha correspondido. No desprecies mi consejo y escucha a Salomón, más sabio que yo: El necio vacía de una vez todo su espíritu, pero el sensato guarda algo para más tarde. Hoy nos sobran canales en la Iglesia y tenemos poquísimas conchas. Parece ser tan grande la caridad de quienes vierten sobre nosotros las aguas del cielo, que prefieren derramarlas sin embeberse de ellas, dispuestos más a hablar que a escuchar, y a enseñar lo que no aprendieron. Se desviven por regir a los demás y no saben controlarse a sí mismos.

Yo creo que no se puede anteponer ningún otro criterio de servicio ante la salvación, sino el propuesto por el Sabio: Apiádate de tu alma procurando agradar a Dios. Si no tengo más que un poco de bálsamo para ungirme, ¿crees que debo dártelo y quedarme sin nada? Lo guardo para mí y no lo presto hasta que me lo mande el Profeta. Si me lo piden una y otra vez quienes me consideran mejor de lo que soy por mis apariencias o por lo que oyen de mí, les responderé: Por si acaso no hay bastante para todos, mejor será que os vayáis a comprarlo. Me replicarás: El amor no busca lo suyo. ¿Sabes por qué? No busca lo suyo, sencillamente porque lo posee. ¿Quién busca lo que ya tiene? El amor siempre disfruta de lo que es suyo, es decir, posee y le sobra lo necesario para su propia salvación. Desea que le sobre para sí mismo, con el fin de que llegue para todos; guarda para sí todo lo que necesita, para que a nadie le falte. Si el amor no estuviera lleno no sería perfecto.

Por lo demás, hermano, tú que aún no tienes muy segura tu propia salvación, tú que aún no posees la caridad, o es tan flexible y frágil como caña sacudida por el viento, porque da fe a toda inspiración, zarandeada por cualquier ventolera de doctrina; tú que te entregas a una caridad tan sublime que sobrepasa la ley, amando a tu prójimo más que a ti mismo; mas por otra parte, la diluye cualquier favor, decae ante cualquier temor, la turba la tristeza, la contrae la avaricia y la dilata la ambición, la angustian las sospechas, la atormentan las injusticias, la consumen los afanes, la engríen los honores, la derriten las envidias. A ti que experimentas todo esto dentro de ti mismo, a ti te pregunto: ¿qué clase de locura te domina para ambicionar o admitir la dedicación a los demás?

Escucha más bien este consejo de la caridad cauta y precavida: No se trata de aliviar a otros pasando estrechez, sino como exigencia de la igualdad. No te pases en tu afán de ser justo. Basta que ames al prójimo como a ti mismo. Eso es lo que exige la igualdad. Dice David: Que se sacie mi alma como de enjundia y manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. Deseaba recibir primero y luego difundirlo; y no sólo recibir sino llenarse, para eructar de su plenitud y no espirar vaciedad. Cautamente, pues lo que para otros podría ser un alivio, para él sería un tormento; y desinteresadamente, imitando a aquel de cuya plenitud todos hemos recibido.

Aprende tú también a derramar sólo de tu plenitud; no pretendas dar más que el mismo Dios. La concha debe imitar al manantial, que no fluye por el arroyuelo, ni llega hasta el lago, hasta que no se colma de agua. No tiene por qué avergonzarse de no ser más profusa que la fuente. Al fin , el que es la Fuente viva, lleno en sí mismo y de sí mismo ¿no brota y fluye primero por lo más secreto de los cielos, para inundarlos con su bondad? Después, colmados los cielos más encumbrados y profundos, llega hasta la tierra, desbordándose para salvar a hombres y animales con su inapreciable misericordia. Primero llenó lo más inmediato, y rebosando toda su gran bondad apareció en la tierra, la regó y la enriqueció sin medida. Anda y haz tú lo mismo. Llénate previamente y luego tratarás de comunicarlo. El amor entrañable y prudente es siempre un manantial, no un torrente. Lo dice Salomón: Hijo mío, no lo dejes fluir. Y el Apóstol: Para no andar a la deriva, debemos conservar mejor lo que hemos escuchado. ¿Es que eres tú más sabio que Salomón y más santo que Pablo? Porque yo tampoco puedo enriquecerme con lo tuyo, si estás tú agotado. Si contigo mismo eres malo, ¿con quien serás bueno? Si puedes, dame algo de lo que te sobre; de lo contrario, resérvatelo.

San Bernardo – Del Sermón 18 del Cantar de los Cantares

martes, 1 de junio de 2010

Entrevista con el Abad de Santa María de Huerta.




-¿Qué vigencia cree que tiene en la Iglesia de nuestros días la Orden del Císter. Ya que se trata de una de las más prestigiosas y antiguas?


~Más que hablarte de la Orden del Císter, que tiene su importancia, te hablaría del monacato en general. El monacato ha tenido una influencia grandísima. Hay una influencia a niveles más profundos, de dar un sentido a la realidad de las personas, al ser de las personas. Esa influencia es grande hacia aquellos que se topan con un monasterio, que están verdaderamente deseosos de buscar, a veces que están hartos, hastiados de tantas cosas superficiales de la vida. No obstante, el monacato, ha sido muy importante, no sólo en el cristianismo, en otras religiones, como un punto de referencia y una ayuda para que la gente tome conciencia de lo que realmente es, no de lo que hace, de lo que vale, de lo que tiene. Va a la raíz de la persona, y dentro de la misma Iglesia, como de cualquier religión, el monacato va más allá de las expresiones, incluso de las formulaciones dogmáticas. Todo eso por supuesto se acepta dentro de la Iglesia, pero se invita más a encontrarse uno con uno mismo, con su realidad humana, con Dios, y con los demás. Se va un poco a la esencia de la persona. Por eso creo que tiene una gran vigencia, por supuesto también en nuestro mundo, aunque no tenga esa atracción multitudinaria, que por otro lado es imposible.

¿Cuántos monjes habitan el monasterio?
~Monjes somos veinte.

-¿Cuál es la edad media de los monjes?
~Cincuenta y un años.

-Háblenos un poco de la cuestión económica del monasterio. Son muy autónomos, pero nos tememos que no andan sueltos de dinero


~Mira, nuestra vida es sencilla. Y no necesitamos muchas cosas para vivir. Nosotros procuramos no complicarnos excesivamente. Tenemos el membrillo - podíamos haber montado una empresa grande y no quisimos- un taller de iconos, la tienda, hospedería donde se acoge a gente, y aunque es muy económica...


-¿Cuántas plazas?
~No queremos que pasen de diez.


-¿Mixto?

~Sí; quizá más adelante ampliemos porque es mucha la demanda que hay. Pero claro los fondos son muy limitados. Todo esto lo hemos hecho nosotros, los monjes. La verdad es que hace años los monjes lo han pasado muy mal. Hoy día tenemos una economía sencilla, pero nos da para vivir y no pretendemos más.

-¿Qué supuso el Císter en la construcción de Europa? Esa idea ayudó a lo que ahora es Europa: valores democráticos, derechos humanos, convivencia, eso creo que estaba, no sólo, pero también en el Císter. El Císter fue el difusor de todo esto.


~No cabe duda. Porque cuando una cosa crece como la espuma hay una sintonía con el mundo que le rodea. Pero incluso esa influencia en Europa que decimos, cultura, valores, ya la encontramos previamente en lo que es la familia benedictina. Lo que sucede es que poco después de sufrir el Císter su expansión, empiezan a coger fuerza las Universidades, y se cambia la influencia de los monasterios a las Universidades.


-¿Se puede hablar de que el Císter tuvo una influencia en el ideal caballeresco de la Edad Media, como una sublimación de las armas...?

~No cabe duda de que cada uno somos hijos de nuestra época. Entonces en el tiempo de nace Císter el ideal caballeresco existe. Puede que aquellos que entran al monasterio sean hijos de su época y, de alguna manera, sublimicen ese ideal caballeresco. Ahora los que vienen al monasterio traen las ideas de nuestro mundo: democracia, comunidad...


-A eso nos referimos. Por aquél entonces gentes de armas que serían violentos y brutales, se les encaminaba hacia un idealismo, hacia una cierta ética...

~Exactamente. Y luego tenemos las órdenes de Caballería, están orientadas originalmente a proteger a los Santos Lugares, a los peregrinos, entonces lo que hace el papa Eugenio III, que fue cisterciense, es decirle a San Bernardo, "dale unas normas de vida a los Templarios, para llevar ese ideal caballeresco con una ética".

-Ahora que están muy de moda los temas esotéricos hay quien dice que San Bernardo trataba de recuperar los valores célticos, los druidas, los cristianizaba...

~No conozco muy bien ese tema. Pero de hecho el cristianismo ha recibido influencias del paganismo y las ha cristianizado.


-Bernardo de Claravaux fue el fundador de la regla de San Benito...


~Normalmente se dice que fue San Bernardo. Eso es por simplificar. En el siglo VI existe un monje llamado Benito de Nursia que escribe una regla como escribían tantos abades sus reglas para sus monjes. Estas reglas eran a veces cogidas por otros monasterios, a veces en el monasterio tenían varias reglas, entre ellas la de San Benito: una para fijarse en el aspecto litúrgico, otra para el aspecto práctico de la vida... Poco a poco, sobre todo en el siglo IX, se empieza a implantar la regla única de San Benito en muchos monasterios. Pero no es una orden concreta. Es una regla. Por eso se puede decir que hay familia benedictina, todos aquellos que siguen la regla de San Benito. Pero los monasterios somos todos muy autónomos. Pues bien, de entre estos monasterios que observan la regla de San Benito - algunos se juntan formando congregaciones- está la congregación de Cluny, que siguen la regla de San Benito. De un monasterio de esta congregación, llamado Molesmes, cluniacense y por lo tanto benedictino, se marchan varios monjes en grupo: al frente de ellos el abad, que era Roberto, a un lugar más solitario. Ellos buscaban una vida más solitaria, más sencilla, allí había una liturgia que acaparaba toda la jornada del monje... Buscaban una mayor sencillez, un trabajo manual para vivir de él, una mayor pobreza, una mayor soledad... Los monasterios se construyen en soledades y atraen a la población... Bien, este grupo de monjes, son los fundadores, aunque se pone como fundador a la cabeza de ese grupo que es Roberto. Pero nosotros hablamos de los tres fundadores, los tres primeros abades: San Roberto, San Alberico y San Esteban. Pasan los años y la verdad, es que fue una experiencia dura, porque como ellos vivían una vida muy austera, se quedaron reducidos a ocho, no había vocaciones. Después, al cabo de unos años, empezaron a entrar. Y en esto, que fue en 1112, mejor dicho ya los últimos estudios dicen 1113, entra San Bernardo, con familiares, amigos... Porque San Bernardo era una persona de una grandísima personalidad, y atraía a muchos. Y San Bernardo es el que le ha dado el empuje: espiritual e incluso humano, al Císter. Es una persona que de alguna manera eclipsa a los fundadores