“De dioses y hombres” de Xavier Beauvois, que recientemente ha sido galardonada con el Grand Prix de honor, el segundo más alto premio del Festival de Cannes, narra la historia de siete monjes cistercienses martirizados en 1996 en las montañas de Argelia por un grupo de islamistas. Beauvois presenta a la comunidad de monjes sumidos en una vida contemplativa y al servicio de los más pobres en las montañas de Atlas (Argelia), con quienes establecen profundos vínculos de amistad y viven en relativa paz y armonía a pesar de profesar credos distintos. Pero todo se tuerce a partir del conflicto entre el gobierno local y pequeños grupos extremistas que terminarán por martirizar hasta la muerte a la pequeña comunidad de monjes.
Christian, Christophe, Bruno, Célestin, Luc, Michel y Paul son los nombres de los siete monjes cistercienses que el 21 de mayo de 1996 fueron asesinados por un grupo de extremistas islámicos, aunque algunas voces apuntan más hacia un error del ejército argelino. El final de esta pequeña comunidad del monasterio de Nôtre-Dame del Atlas, en Tibhirine (Argelia) arranca durante la noche del 26 de marzo cuando son secuestrados por el Grupo Islámico Armado (GIA). Para la liberación de los monjes el GIA exigía, en un comunicado, la liberación de uno de sus miembros fundadores, Abdelhak Layada, que se encontraba en prisión desde 1994. No obstante, después de un mes de un largo silencio, apareció un segundo comunicado en el que el GIA anuncia que ha ejecutado a los siete monjes. La sospecha se confirma el 31 de mayo cuando las autoridades argelinas descubren los cadáveres, concretamente las cabezas de cada uno de ellos.
Desde el momento en que se anuncia el secuestro de los monjes no son pocas las voces que eximen al grupo islamista y apuntan tal autoria hacia el ejército. No obstante pronto surgen distintas hipótesis. La primera atribuye la responsabilidad al GIA y al gobierno de la República de Francia. El escritor René Guiton en Si nous nous taisons… asegura que hubo una negociación frustrada entre Francia y miembros del GIA a espaldas del gobierno de Argelia. La segunda hipótesis culpabiliza al gobierno de Argelia. El periodista John W. Kisser apunta que los monjes fueron abatidos por error por el ejército cuando realizaban una operación militar desde un helicóptero contra miembros del GIA. Sin embargo, el periodista Jean-Baptiste Rivoire responsabiliza al servicio secreto argelino (DRS) que secuestró a los monjes para persuadirlos a retornar a Francia. La tercera hipótesis, armada por Armand Veilleux, procurador de la orden cisterciense, en un artículo aparecido el 24 de enero de 2003 en el diario francés Le Monde, apunta a una responsabilidad compartida entre el GIA – responsables del secuestro de los monjes – y el servicio secreto francés que llevaron negociaciones que nunca llegaron a buen puerto, y el ejército argelino que mató por error a los monjes cuando perseguía a miembros del GIA. La última hipótesis y la que siempre ha tenido más fuerza atribuye totalmente la responsabilidad al Grupo Islamista Armado. Escritos de los mismos monjes antes del secuestro muestran que eran conscientes de que eran un objetivo de los islamistas cuyo fin era dar muerte a todos los infieles del Islam. Esta tesis fue respaldada por el periodista Didier Contant, quien murió en un misterioso suicidio en 2004 y que desmontó toda conspiración que quitaba la responsabilidad a los islamistas.
El monasterio de la comunidad cisterciense fue levantado en 1938 a cien kilómetros de Argel, en las Montañas del Atlas, poblada básicamente por bereberes. A partir de la independencia de Argelia en 1962 el monasterio corre el riesgo de ser cerrado por las continuas amenazas de expulsión de ciudadanos extranjeros – infieles –. A partir de 1994 los acontecimientos se aceleran y empiezan a producirse asesinatos de sacerdotes y religiosos – tanto hombres como mujeres –. El prefecto de la orden propone distintas alternativas para evitar una masacre: instalar una guardia en el recinto del monasterio, regresar temporalmente a Francia o trasladarse a una zona segura. Los monjes tomaron la decisión de permanecer en el convento. Y así fue cuando siete de ellos – dos monjes no fueron descubiertos, así como un grupo de doce personas – fueron secuestrados la noche del 26 de marzo de 1996. El 31 de marzo, el Santo Padre Juan Pablo II hizo un llamamiento durante el rezo del Ángelus del Domingo de Ramos para que los monjes pudieran regresar sanos a su monasterio junto a sus amigos argelinos. El 15 de abril el Papa volvió a repetir su petición durante su visita a Túnez. Cinco días más tarde los secuestradores pedían directamente al gobierno francés la liberación de prisioneros políticos del GIA, en especial Abdelhak Layada, a cambio de los monjes, sino estos serían degollados. Y así fue.
Todavía hoy desconocemos a ciencia cierta quién o quiénes fueron los responsables del secuestro y asesinato de siente monjes cistercienses, lo que demuestra una vez más la falta de transparencia de los servicios secretos de muchos países europeos, cuyo objeto es generar seguridad y no lo contrario. Respecto a los siete monjes, estos son una muestra de seguimiento a Cristo, pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14 6).