Del libro Iniciación a la iniciación
En todas las tradiciones, los lugares sagrados simbolizan estados espirituales, estados del ser, y las Tierras sagradas están formadas por aquellos que han alcanzado dicho nivel del ser, existiendo distintos niveles de Tierra Santa, como existen diversos niveles del ser. De nuevo es el hombre, la comunidad de hombres, la que constituye el verdadero Templo. El triple recinto druídico de la tradición celta, dibujado como tres recintos cuadrados concéntricos (valga la expresión), simboliza precisamente estos distintos niveles de la Tierra Santa.
Los guardianes de la Tierra Santa tienen una doble función. Por una parte, son defensores que prohiben el acceso a aquellos que no tienen suficiente cualificación, es decir, la ocultan a ojos profanos y, por otra, la hacen accesible a aquellos a los que está destinada. Esta doble función viene representada por el doble carácter, caballeresco y monástico, de la caballería espiritual, de la caballería templaria. Para llegar a pertenecer a esta caballería hay que participar permanentemente en la Demanda, movimiento eterno hacia el Ser, y, en el momento oportuno convertirse en caballero, «en testigo del señorío», del Único que puede ser llamado Señor.
Desde el punto de vista simbólico el caballero es el Logos dominador, el espíritu que prevalece sobre la materia, la cabalgadura.
Este simbolismo del caballero se halla en todas las tradiciones. Ananda Coomaraswamy dice: «El caballo es el símbolo del vehículo corporal, y el caballero es el espíritu; cuando alguien llega al término de su evolución la silla queda desocupada y la montura muere necesariamente».
Los distintos colores que en las novelas de caballería presentaban diversos caballeros: verde, negro, blanco, rojo, dorado, tienen su paralelismo —según Cirlot— con las distintas fases de la obra alquímica. La caballería se nos aparece como una pedagogía superior que tiende a convertir al hombre natural descabalgado en hombre espiritual que propende a hacerse acreedor del oro, su glorificación.
El Evangelio de San Juan nos da la mejor definición del pacto que se establece entre el caballero y su Señor. Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos... sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y volvía a Dios, les dijo entre otras estas palabras:
Ya no os llamo siervos
porque el siervo no sabe lo que va a hacer su señor,
os he llamado amigos,
porque os he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.
No me elegisteis vosotros a mí
sino que yo os he elegido a vosotros
y os destiné para que vayáis y deis fruto
y vuestro fruto permanezca.
porque el siervo no sabe lo que va a hacer su señor,
os he llamado amigos,
porque os he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.
No me elegisteis vosotros a mí
sino que yo os he elegido a vosotros
y os destiné para que vayáis y deis fruto
y vuestro fruto permanezca.
El pacto de caballería tiene, pues, una doble vertiente: el señor eleva al siervo a su mismo nivel, por lo cual deja de ser siervo para convertirse en amigo, es decir, en alguien de la misma dignidad que el señor; a cambio, el caballero, amigo, establece un pacto de vasallaje, de servicio hacia el señor, que a continuación lo envía a la Demanda.
En el Occidente cristiano el ideal caballeresco es muy posterior a la existencia física de la caballería. De hecho, es introducido en la cristiandad por las órdenes militares que entran en contacto con la tradición islámica y, en buena parte, es paralelo a la difusión de la tradición del Grial.
La tradición de la caballería incluía el respeto a los demás, el sacrificio del yo, la devoción, la ayuda a los débiles y a los desvalidos, la amabilidad hacia todo lo creado, el mantenimiento de la palabra…
Sólo el ser humano perfecto es digno de ser caballero, pero en ese punto su camino no ha hecho más que empezar. La meta del camino es recuperar la Unidad con Dios, alcanzar lo que en el esoterismo cristiano representa el Grial.
Los caballeros espirituales, «amigos de Dios», perpetuamente jóvenes, forman, generación tras generación, el linaje de la gnosis nunca interrumpida pero ignorada por la masa de los hombres. Esta estirpe es la tradición misma. Para ocupar un lugar en ella es preciso pasar por un segundo nacimiento. "No puede entrar en el Reino el que no haya nacido por segunda vez» dice el Evangelio de Juan."
La caballería espiritual está compuesta por gente que, como Abraham, deja su país de nacimiento y se dirige al mundo del exilio. Es una elite universal, gracias a la cual la humanidad persevera todavía en el ser, cuyos adeptos convergen de las tradiciones del Libro, bien en la forma de Templo, de Libro, de Imam o de Grial.
El mundo por ella tipificado es un mundo perfecto, un pleroma. Se penetra en él despojándose de todas las ataduras y ambiciones del mundo profano. Los vínculos de fraternidad que unen a sus miembros hacen de ellos una cofradía que constituye la elite de la humanidad y que tanto en su jerarquía como en los rasgos que caracterizan a sus héroes no reconoce sino cualificaciones espirituales.
La idea de un servicio caballeresco a un Dios incognoscible e inaccesible no tendría sentido. El servicio caballeresco se concibe sólo respecto a una figura teofánica personal, un Dios revelado, que en el caso del sufismo es uno de los Nombres de Dios, considerados como su teofanía, de los que el caballero se convierte en defensor. En el caso de la caballería cristiana el caballero se convierte en defensor de su Dama, símbolo de la eterna Señora, símbolo de la Sabiduría Divina, del Logos.
La Orden del Temple, símbolo de la caballería espiritual cristiana, mantuvo con el Islam profundas relaciones de carácter iniciático. En numerosos casos ciertos musulmanes, pertenecientes a determinadas cofradías, y templarios se armaban caballeros recíprocamente. Tal fue el caso del propio Saladino, que fue recibido en la Orden por el Maestre del Temple o de su hermano, armado caballero por Ricardo Corazón de León. De hecho, después de la disolución de la Orden, muchos templarios de España se integraron en órdenes musulmanas.
La caballería árabe es, al menos, cuatro siglos anterior a la europea. Como en el terreno espiritual los modos de expresión no se improvisan; es más que probable que el esoterismo islámico prestó, de forma muy consciente, el fraternal favor de prestar sus formas para regenerar y actualizar el esoterismo cristiano.
Según René Guénon, después de la destrucción de la Orden del Temple los iniciados del esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados del esoterismo islámico, para mantener, en la medida de lo posible, el lazo que había resultado aparentemente roto por esa destrucción. Este lazo se rompería nuevamente en el siglo XVII cuando los últimos rosacruces se retrajeron, como el Grial, a Oriente, símbolo del Centro Supremo de donde procede la tradición.
En la obra de Von Eschenbach, los mejores representantes de la caballería oriental (= paganos = islámicos) son admitidos en plano de igualdad con la caballería cristiana a formar parte de la Mesa redonda.
Todos los miembros de la hermandad presentes en esta dimensión en cada momento histórico desean ser los que asistan al regreso del Imam, a la manifestación del Grial o a la venida del Paráclito, pero, si la muerte les sorprende antes, confían en ser escogidos como los compañeros que le acompañen en su manifestación, cuando tenga lugar. Se produce así la cadena ininterrumpida de los que han estado, están y estarán en la Demanda, en el Camino, permanentes compañeros en la hierohistoria y representantes de la caballería espiritual mientras permanezcan sobre la Tierra. Todos ellos constituyen las piedras vivas del Eterno Templo.
Esta comunidad ha recibido, a lo largo de la historia diversos nombres. Se la ha conocido, entre otros, como Iglesia de Juan o Iglesia del Espíritu y su presencia se rastrea, como un Guadiana, a lo largo de la historia. A ella se refirió Swedenborg en sus obras y en sus visiones. La ecclesia —en el pensamiento de Swedenborg— es una en cada uno de nosotros. Esto hace que en la periodificación de las distintas iglesias exista no sólo una relación de sucesión, sino también de simultaneidad, ya que cada uno pertenecerá a la ecclesia que nuestra propia alma experimente o vivencie... vale decir, se pertenecerá a una u otra ecclesia según nuestra experiencia e interpretación de la palabra sea exterior o interior, literal o espiritual... Cada ecclesia significa no sólo una época histórica. sino también (y fundamentalmente) una forma de interpretar la palabra y un estado del alma. Como la ecclesia es la forma que Dios tiene de comunicarse con los hombres, Él siempre preserva la ecclesia por muy corrompida que esté a través de un resto que mantiene la Tradición originaria. El resto sirve de puente entre la Iglesia pasada y la por venir.
De esta Iglesia del Espíritu nos dice Karl von Eckarthausen en su obra La nube sobre el Santuario:
«Siempre ha existido una escuela más elevada a la que ha sido confiado el depósito de toda ciencia; esta escuela es la comunidad interior y luminosa del Señor, la sociedad de los elegidos que se ha propagado sin interrupción desde el primer día hasta el tiempo presente; sus miembros, es cierto, están dispersos por todo el mundo, pero han estado siempre unidos por un Espíritu y una Verdad... Esta comunidad de la Luz ha sido llamada, en todo tiempo, la Iglesia invisible e interior o la comunidad más antigua...»
«Esta comunidad de la luz existe desde el primer día de la creación del mundo y durará hasta el último día de los tiempos... Es la comunidad más interior y posee miembros de diversos mundos... La sociedad de aquellos que tenían más capacidad para la luz y la buscaban; y esta sociedad interior era llamada santuario interior o Iglesia interior...»
«No debemos tomar por esta comunidad a ninguna sociedad secreta que se reúne en determinados momentos, que escoge a sus jefes y a sus miembros y se fija ciertos fines. Todas las sociedades, fueren las que fueren, aparecen después de esta comunidad interior de la sabiduría; ésta no conoce formalidades, que son obra de la envoltura exterior, obra de los hombres. En el reino de las fuerzas todas las formas exteriores desaparecen... Si es necesario que se reúnan verdaderos miembros, éstos se encuentran y reconocen...»
«Ningún miembro puede elegir a otro; se requiere el consentimiento de todos. Todos los hombres son llamados y pueden ser elegidos si están maduros para entrar. Cada cual puede buscar la entrada y todo hombre que está en el interior puede enseñar a otro a buscar la entrada. Pero mientras no se esté maduro no se llega al interior... Aquel que está maduro se une a la cadena: acaso muchas veces, cuando menos lo sospecha y a un enlace del que no suponía la existencia... Es una sociedad que une a sus fuerzas las fuerzas superiores y que cuenta con miembros de más de un mundo.»
El sentido de la Demanda es, pues, simultáneamente, la aspiración a formar parte de esa caballería espiritual y el anhelo de ser testigos de la nueva manifestación. Aquel al que le ha sido dado entrever el Grial ya no puede abandonar la Demanda. Nada le garantiza que sea capaz de alcanzar el Grial, nada le garantiza que sea digno de convertirse en uno de sus guardianes, pero la humanidad necesita, cada hombre necesita, que el Grial (Conocimiento y Vida) se manifieste y nos haga llegar a ser uno con Dios. Y si, cuando le llegue el momento de cambiar de dimensión, aparentemente no lo ha conseguido, los que le han precedido en el Camino le ayudarán a seguir, y los que le sigan encontrarán parte del camino más libre. El éxito no debe preocupar nunca al caballero, su obligación es participar en la Demanda, a Otro corresponde escoger a los vencedores. Pues como dice una antigua divisa templaria: «Gloriosos los vencedores, felices los mártires», es decir, los que han muerto mientras buscaban.