“Como puedes comprobar, todo el celo de los eclesiásticos se agota únicamente en defender su dignidad personal. Todo se va en honores; casi nadie se empeña en la propia santidad. Si alguna vez, por requerirlo las circunstancias, intentas ser más sencillo y accesible, escucharás en seguida: Cuidado. No está bien, no es propio de nuestros tiempos, no corresponde a tu grandeza; lleva cuenta del cargo que representas. Lo último que mencionen será la voluntad de Dios.
Viven totalmente despreocupados de su salvación, como si creyésemos que las grandezas pueden salvarnos o pensáramos que es justo todo lo que satisface a la vanagloria. Lo humilde es juzgado en tu corte como una abyección; por eso encontrarás antes al sencillo que a quien desee parecerlo. El temor de Dios se considera como una simpleza, por no decir como una necedad. Llaman hipócrita al comedido y al hombre de conciencia. Al que ama la paz y se reserva un tiempo para su espíritu lo tienen por inútil.
Y tú, ¿en qué piensas? ¿aún no te has enterado de que te envuelven las redes de la muerte? Te suplico que te contengas un poco y me soportes. Más aún: discúlpame que te hable ahora respetuosamente, pero sin ligereza alguna. Me consume el deseo de tu bien. Ojalá que esta impetuosidad mía te sirva de algo.
Y tú, ¿en qué piensas? ¿aún no te has enterado de que te envuelven las redes de la muerte? Te suplico que te contengas un poco y me soportes. Más aún: discúlpame que te hable ahora respetuosamente, pero sin ligereza alguna. Me consume el deseo de tu bien. Ojalá que esta impetuosidad mía te sirva de algo.
Sé dónde vives; conviven contigo hombres incrédulos y rebeldes. Son lobos y no ovejas; pero eres su pastor. No lo niegues, no sea que sentándote en su sede, te rechace como heredero. Vives junto al sepulcro de Pedro. El jamás se presentó vestido de sedas, cargado de joyas, cubierto de oro sobre blanco corcel, escoltado por soldados y acompañado de aparatoso séquito. Pero desnudo de todo, tuvo suficiente fe para creer que podría cumplir el mandato salvador: Si me amas, apacienta mis ovejas.
Es como para pensar que tú no eres el sucesor de Pedro, sino del emperador Constantino. Te aconsejo que a lo más toleres esas costumbres, porque así lo han impuesto los tiempos pero que no las apetezcas como algo que te corresponde. Prefiero exhortarte a que cumplas las obligaciones que has contraído. Aunque te vistas de púrpura, aunque lleves oro encima, no tienes por qué rehuir el trabajo y la solicitud pastoral, heredero como eres del Pastor: no debes avergonzarte de anunciar el Evangelio. Al contrario, si evangelizas celosamente, participarás de la misma gloria de los apóstoles. Evangelizar es como apacentar. Cumple tu misión de evangelista y así llevarás a cabo tu oficio de pastor. "
Del Libro "De Consideratione", de San Bernardo, libro IV, capítulos 5 y 6.
Creo que ni el inefable Federico Fellini en su desfile de moda eclesiástica de la película Roma se hubiera atrevido con semejante capa cardenalicia.
ResponderEliminarEl bueno y sano humor y el Evangelio nunca deberían estar reñidos, y ahí va el enlace a la escena citada en Youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=CYzRL9YIswQ
Con pompa iba nuestra Iglesia para convertir a los cátaros, a los albigenses. Y santo Domingo de Guzmán, junto con su obispo, les hicieron ver que así no se convertiría la gente, por eso habían tantos prosélitos de estos, porque vivían en pobreza y practicaban la penitencia, el resto no era sostenible por ninguna parte su idología mataba al hombre.
ResponderEliminarCon ternura.
Sor.cecilia
Hola Jordi, gracias por la referencia a ´Fellini, confieso que no conozco su obra, el vídeo es tétrico e irónico y desgracadamente a través del esperpento no deja de denunciar una realidad que como nos recuerda Bernardo viene aquejando a la Iglesia desde hace demasado tiempo.
ResponderEliminarGracias Sor Cecilia pro recordar a tu querido Santo Domingo, otro representante, junto con San Francisco, y otros, de una iglesia más sencilla, más evangélica.
un abrazo a ambos.