Un lugar para conocer la mística cisterciense en sus más variadas manifestaciones (las tradicionales: monásticas, caballerescas-Temple y otras órdenes de caballería- y las más actuales: laicales y el zen cristiano) abierto a tod@s los que sienten interes por ella o desean encarnar en sus vidas este carisma tan plural.

martes, 30 de marzo de 2010

La Caballería Espiritual por Germán Ancochea - María Toscano



Del libro Iniciación a la iniciación

En todas las tradiciones, los lugares sagrados simbolizan estados espirituales, estados del ser, y las Tierras sagradas están formadas por aquellos que han alcanzado dicho nivel del ser, existiendo distintos niveles de Tierra Santa, como existen diversos niveles del ser. De nuevo es el hombre, la comunidad de hombres, la que constituye el verdadero Templo. El triple recinto druídico de la tradición celta, dibujado como tres recintos cuadrados concéntricos (valga la expresión), simboliza precisamente estos distintos niveles de la Tierra Santa.


Los guardianes de la Tierra Santa tienen una doble función. Por una parte, son defensores que prohiben el acceso a aquellos que no tienen suficiente cualificación, es decir, la ocultan a ojos profanos y, por otra, la hacen accesible a aquellos a los que está destinada. Esta doble función viene representada por el doble carácter, caballeresco y monástico, de la caballería espiritual, de la caballería templaria. Para llegar a pertenecer a esta caballería hay que participar permanentemente en la Demanda, movimiento eterno hacia el Ser, y, en el momento oportuno convertirse en caballero, «en testigo del señorío», del Único que puede ser llamado Señor.

Desde el punto de vista simbólico el caballero es el Logos dominador, el espíritu que prevalece sobre la materia, la cabalgadura.


Este simbolismo del caballero se halla en todas las tradiciones. Ananda Coomaraswamy dice: «El caballo es el símbolo del vehículo corporal, y el caballero es el espíritu; cuando alguien llega al término de su evolución la silla queda desocupada y la montura muere necesariamente».

Los distintos colores que en las novelas de caballería presentaban diversos caballeros: verde, negro, blanco, rojo, dorado, tienen su paralelismo —según Cirlot— con las distintas fases de la obra alquímica. La caballería se nos aparece como una pedagogía superior que tiende a convertir al hombre natural descabalgado en hombre espiritual que propende a hacerse acreedor del oro, su glorificación.

El Evangelio de San Juan nos da la mejor definición del pacto que se establece entre el caballero y su Señor. Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos... sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y volvía a Dios, les dijo entre otras estas palabras:

Ya no os llamo siervos
porque el siervo no sabe lo que va a hacer su señor,
os he llamado amigos,
porque os he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.
No me elegisteis vosotros a mí
sino que yo os he elegido a vosotros
y os destiné para que vayáis y deis fruto
y vuestro fruto permanezca.

El pacto de caballería tiene, pues, una doble vertiente: el señor eleva al siervo a su mismo nivel, por lo cual deja de ser siervo para convertirse en amigo, es decir, en alguien de la misma dignidad que el señor; a cambio, el caballero, amigo, establece un pacto de vasallaje, de servicio hacia el señor, que a continuación lo envía a la Demanda.

En el Occidente cristiano el ideal caballeresco es muy posterior a la existencia física de la caballería. De hecho, es introducido en la cristiandad por las órdenes militares que entran en contacto con la tradición islámica y, en buena parte, es paralelo a la difusión de la tradición del Grial.


La tradición de la caballería incluía el respeto a los demás, el sacrificio del yo, la devoción, la ayuda a los débiles y a los desvalidos, la amabilidad hacia todo lo creado, el mantenimiento de la palabra…

Sólo el ser humano perfecto es digno de ser caballero, pero en ese punto su camino no ha hecho más que empezar. La meta del camino es recuperar la Unidad con Dios, alcanzar lo que en el esoterismo cristiano representa el Grial.


Los caballeros espirituales, «amigos de Dios», perpetuamente jóvenes, forman, generación tras generación, el linaje de la gnosis nunca interrumpida pero ignorada por la masa de los hombres. Esta estirpe es la tradición misma. Para ocupar un lugar en ella es preciso pasar por un segundo nacimiento. "No puede entrar en el Reino el que no haya nacido por segunda vez» dice el Evangelio de Juan."

La caballería espiritual está compuesta por gente que, como Abraham, deja su país de nacimiento y se dirige al mundo del exilio. Es una elite universal, gracias a la cual la humanidad persevera todavía en el ser, cuyos adeptos convergen de las tradiciones del Libro, bien en la forma de Templo, de Libro, de Imam o de Grial.

El mundo por ella tipificado es un mundo perfecto, un pleroma. Se penetra en él despojándose de todas las ataduras y ambiciones del mundo profano. Los vínculos de fraternidad que unen a sus miembros hacen de ellos una cofradía que constituye la elite de la humanidad y que tanto en su jerarquía como en los rasgos que caracterizan a sus héroes no reconoce sino cualificaciones espirituales.

La idea de un servicio caballeresco a un Dios incognoscible e inaccesible no tendría sentido. El servicio caballeresco se concibe sólo respecto a una figura teofánica personal, un Dios revelado, que en el caso del sufismo es uno de los Nombres de Dios, considerados como su teofanía, de los que el caballero se convierte en defensor. En el caso de la caballería cristiana el caballero se convierte en defensor de su Dama, símbolo de la eterna Señora, símbolo de la Sabiduría Divina, del Logos.

La Orden del Temple, símbolo de la caballería espiritual cristiana, mantuvo con el Islam profundas relaciones de carácter iniciático. En numerosos casos ciertos musulmanes, pertenecientes a determinadas cofradías, y templarios se armaban caballeros recíprocamente. Tal fue el caso del propio Saladino, que fue recibido en la Orden por el Maestre del Temple o de su hermano, armado caballero por Ricardo Corazón de León. De hecho, después de la disolución de la Orden, muchos templarios de España se integraron en órdenes musulmanas.

La caballería árabe es, al menos, cuatro siglos anterior a la europea. Como en el terreno espiritual los modos de expresión no se improvisan; es más que probable que el esoterismo islámico prestó, de forma muy consciente, el fraternal favor de prestar sus formas para regenerar y actualizar el esoterismo cristiano.


Según René Guénon, después de la destrucción de la Orden del Temple los iniciados del esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados del esoterismo islámico, para mantener, en la medida de lo posible, el lazo que había resultado aparentemente roto por esa destrucción. Este lazo se rompería nuevamente en el siglo XVII cuando los últimos rosacruces se retrajeron, como el Grial, a Oriente, símbolo del Centro Supremo de donde procede la tradición.
En la obra de Von Eschenbach, los mejores representantes de la caballería oriental (= paganos = islámicos) son admitidos en plano de igualdad con la caballería cristiana a formar parte de la Mesa redonda.

Todos los miembros de la hermandad presentes en esta dimensión en cada momento histórico desean ser los que asistan al regreso del Imam, a la manifestación del Grial o a la venida del Paráclito, pero, si la muerte les sorprende antes, confían en ser escogidos como los compañeros que le acompañen en su manifestación, cuando tenga lugar. Se produce así la cadena ininterrumpida de los que han estado, están y estarán en la Demanda, en el Camino, permanentes compañeros en la hierohistoria y representantes de la caballería espiritual mientras permanezcan sobre la Tierra. Todos ellos constituyen las piedras vivas del Eterno Templo.

Esta comunidad ha recibido, a lo largo de la historia diversos nombres. Se la ha conocido, entre otros, como Iglesia de Juan o Iglesia del Espíritu y su presencia se rastrea, como un Guadiana, a lo largo de la historia. A ella se refirió Swedenborg en sus obras y en sus visiones. La ecclesia —en el pensamiento de Swedenborg— es una en cada uno de nosotros. Esto hace que en la periodificación de las distintas iglesias exista no sólo una relación de sucesión, sino también de simultaneidad, ya que cada uno pertenecerá a la ecclesia que nuestra propia alma experimente o vivencie... vale decir, se pertenecerá a una u otra ecclesia según nuestra experiencia e interpretación de la palabra sea exterior o interior, literal o espiritual... Cada ecclesia significa no sólo una época histórica. sino también (y fundamentalmente) una forma de interpretar la palabra y un estado del alma. Como la ecclesia es la forma que Dios tiene de comunicarse con los hombres, Él siempre preserva la ecclesia por muy corrompida que esté a través de un resto que mantiene la Tradición originaria. El resto sirve de puente entre la Iglesia pasada y la por venir.


De esta Iglesia del Espíritu nos dice Karl von Eckarthausen en su obra La nube sobre el Santuario:

«Siempre ha existido una escuela más elevada a la que ha sido confiado el depósito de toda ciencia; esta escuela es la comunidad interior y luminosa del Señor, la sociedad de los elegidos que se ha propagado sin interrupción desde el primer día hasta el tiempo presente; sus miembros, es cierto, están dispersos por todo el mundo, pero han estado siempre unidos por un Espíritu y una Verdad... Esta comunidad de la Luz ha sido llamada, en todo tiempo, la Iglesia invisible e interior o la comunidad más antigua...»

«Esta comunidad de la luz existe desde el primer día de la creación del mundo y durará hasta el último día de los tiempos... Es la comunidad más interior y posee miembros de diversos mundos... La sociedad de aquellos que tenían más capacidad para la luz y la buscaban; y esta sociedad interior era llamada santuario interior o Iglesia interior...»

«No debemos tomar por esta comunidad a ninguna sociedad secreta que se reúne en determinados momentos, que escoge a sus jefes y a sus miembros y se fija ciertos fines. Todas las sociedades, fueren las que fueren, aparecen después de esta comunidad interior de la sabiduría; ésta no conoce formalidades, que son obra de la envoltura exterior, obra de los hombres. En el reino de las fuerzas todas las formas exteriores desaparecen... Si es necesario que se reúnan verdaderos miembros, éstos se encuentran y reconocen...»

«Ningún miembro puede elegir a otro; se requiere el consentimiento de todos. Todos los hombres son llamados y pueden ser elegidos si están maduros para entrar. Cada cual puede buscar la entrada y todo hombre que está en el interior puede enseñar a otro a buscar la entrada. Pero mientras no se esté maduro no se llega al interior... Aquel que está maduro se une a la cadena: acaso muchas veces, cuando menos lo sospecha y a un enlace del que no suponía la existencia... Es una sociedad que une a sus fuerzas las fuerzas superiores y que cuenta con miembros de más de un mundo.»

El sentido de la Demanda es, pues, simultáneamente, la aspiración a formar parte de esa caballería espiritual y el anhelo de ser testigos de la nueva manifestación. Aquel al que le ha sido dado entrever el Grial ya no puede abandonar la Demanda. Nada le garantiza que sea capaz de alcanzar el Grial, nada le garantiza que sea digno de convertirse en uno de sus guardianes, pero la humanidad necesita, cada hombre necesita, que el Grial (Conocimiento y Vida) se manifieste y nos haga llegar a ser uno con Dios. Y si, cuando le llegue el momento de cambiar de dimensión, aparentemente no lo ha conseguido, los que le han precedido en el Camino le ayudarán a seguir, y los que le sigan encontrarán parte del camino más libre. El éxito no debe preocupar nunca al caballero, su obligación es participar en la Demanda, a Otro corresponde escoger a los vencedores. Pues como dice una antigua divisa templaria: «Gloriosos los vencedores, felices los mártires», es decir, los que han muerto mientras buscaban.

lunes, 29 de marzo de 2010

El Zen cristiano y el P.Hugo M. Enomiya-Lassalle s.j.



En nuestros días se habla mucho de lograr un mundo mejor, a cuya promoción quisiéramos contribuir todos.
Lo que importa es hallar caminos que conduzcan al
hombre a la felicidad, pese a todas las tribulaciones
que nos rodean. Para ello no deberíamos rehusar la
ayuda que se nos ofrece de Oriente y adaptar las
formas de meditación allí practicadas. No se trata de
sustituir el cristianismo por otra religión, sino de
aprovechar un recurso para fortalecer nuestro
cristianismo.

En el Decreto sobre la actividad misional de la
Iglesia se indica a los religiosos contemplativos la
conveniencia de asimilar los métodos orientales de
meditación en cuanto sea posible. Los resultados
obtenidos en este campo en todo el ámbito cristiano
son no sólo satisfactorios, sino que superan todas las
esperanzas.

Los métodos orientales son de suyo sumamente antiguos.
Sus comienzos vienen de mucho antes que el
cristianismo hiciera su aparición. Sus formas han
permanecido, en parte, invariables. La meditación zen
ha permanecido esencialmente tal como se practicaba en
China hace mil años, en su época dorada.

Hugo M. Enomiya-Lassalle (1898-1990) es uno de los
personajes sobresalientes de la historia espiritual
del siglo XX. Como jesuita y como maestro Zen, alemán
de nacimiento y ciudadano japonés, es un "puente vivo"
entre las culturas de Europa y Asia. "El Padre
Lassalle es un testigo vivo de lo que enseña y
anuncia. Lo considero una de las figuras espirituales
más relevantes de nuestro tiempo", ha dicho de él
Karlfried Graf Dürckheim. Desde 1929 vivió como
misionero en Japón, donde desde el principio intentó
dar un rostro japonés al Cristianismo de aquel país.
Sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima, el 6 de
agosto 1945. La construcción del Templo de la Paz en
Hiroshima lo hizo famoso en todo el mundo. Una honda
experiencia mística en su juventud lo llevó a la
búsqueda de un conocimiento de Dios cada vez más
profundo. Desde fines de los años cuarenta estuvo
comprometido en el diálogo con los budistas y en 1956
empezó a practicar Zen como jesuita en un monasterio
Zen japonés. A partir de 1967, durante más de veinte
años, como maestro Zen, introdujo a miles de personas
en la práctica del Zen en Europa, ayudando de esta
manera a mucha gente a llegar a una experiencia
espiritual inmediata. Mientras hacía esto, nunca puso
en duda su identidad cristiana. En sus viajes a
América del Norte y del Sur, a la India y al sudeste
asiático, entró en contacto con gentes y culturas muy
diversas. Partiendo de las fisuras y contradicciones
del presente, se atrevió a dar el paso hacia una
"nueva conciencia", más allá de las fronteras.

sábado, 27 de marzo de 2010

El camino de la oración del abandono, según Jaume Boada o. p..




El que ora, el que busca a Dios, el que se ha consagrado a Él puede optar por dos caminos: el ir por sus pasos, a su ritmo, a su aire, con sus precauciones, sus miedos, sus reservas, y con las limitaciones del propio esfuerzo y de la propia capacidad. O puede, por otra parte, lanzar el corazón y abandonarse de lleno al viento de Dios, a su Gracia.

Si miramos atentamente la diferencia entre estos dos caminos, podremos decir que es fácil escoger. Parece más fácil dejarse llevar por el aire que navegar a base del esfuerzo que hacemos remando. Pero, ¿no has pensado que, de hecho, nos gusta más, nos resulta más cómodo caminar a nuestro aire, caminar a tu aire?, ¿no te parece que pesa mucho en tu vida el miedo a la hora de dejarte llevar por el viento del Espíritu?.

Mira: hay muchas pregunta que reflejan este miedo: ¿Qué me puede pedir el Señor?, ¿acaso yo no estoy respondiendo ya a lo que el Señor espera de mí?, ¿porqué tengo que preocuparme de buscar más, de dar más?. ¡Ya basta con caminar así!

Cuando, en mi servicio sacerdotal y fraterno he tenido la ocasión de acercarme al camino interior de las almas, he podido comprobar que el Señor va llevando a cada una de ellas por un camino diferente. El viento y la fuerza del Espíritu son de una riqueza y variedad inimaginables. Pero siempre se da una realidad común: el que busca a Dios, el orante, el que ha consagrado su vida a Él, no estorba. Se abandona plenamente a la acción del Espíritu. A unos el Señor los llama por un camino de sufrimiento, de Cruz, de purificación constante. A otros, les señala el camino del amor y la ternura vividos y expresados en las pequeñas cosas. Para unos, el viento del Espíritu Santo es fuerte e impetuoso, como de tormenta. Para otros es una brisa suave.

Pero, en todo caso, piensa que si tú quieres pedir al Señor la gracia de poder hacer en tu vida el don absoluto de tu amor, tendrás que cuidar por tu parte la preparación para recibir esta gracia. Y esta preparación consiste en cuidad la pobreza de alma, el olvido de ti mismo. No permitas, hermano, que el egoísmo eche raíces en ti.

Vive, también, con delicadeza, tu vida espiritual. No se te pide que seas escrupuloso, pero sí delicado. Valora como un momento fuerte de esta delicadeza espiritual el sacramento de la reconciliación o de la penitencia.

Proponte hacerlo todo por amor, con amor desde el amor. Que este amor se concrete en su servicio y en tu entrega diaria a los hermanos. Pero piensa que si es una amor total, si es un amor evangélico, ha de ser un amor alegre, desinteresado, gratuito.

Vive despierto, atento. Que tu deseo de ser fiel al Señor pueda más que mil motivos de distracción que encuentres en tu vida.

Y, sobre todo, confía. Ten confianza, abandónate en las manos del Padre.

Tú quieres hacer de tu vida el don absoluto de tu amor. Convierte tu oración de hoy en súplica y en atención serena a la voz del Señor. Que Él te inunde con la iluminación del Espíritu Santo. Así podrás adquirir el conocimiento que ninguna palabra humana te puede dar.

Aprende de María el sí: Que se haga en mí según tu palabra. Él, el Señor, te ayudará siempre con su gracia.

La contemplación según el zen:Ni Ligado ni desprendido de pensamientos y sentidos.




LA MENTE ORIGINAL

Cuando los seguidores del Zen no consiguen ir más allá del mundo de sus sentidos y pensamientos, todos sus actos y movimientos carecen de importancia. Pero cuando los sentidos y pensamientos son aniquilados, quedan atascados todos los pasos al Espíritu Universal y no hay entonces entrada posible. La Mente original debe reconocerse durante el funcionamiento de senti­dos y pensamientos; pero no pertenece a ellos ni, tampoco, es independiente de ellos.

No construyas tus opiniones sobre tus sentidos y pensamientos, no fun­des tu comprensión en tus sentidos y pensamientos; pero al mismo tiempo no busques a la Mente lejos de tus sentidos y pensamientos, no intentes asir la Reali­dad rechazando tus sentidos y pensamientos.


Cuando no estás ligado a ellos ni desprendido de ellos, enton­ces gozas de perfecta libertad in-obstruida, entonces tienes tu sede de iluminación.
.
Huang Po

Estructuras Básicas de la Mística, por Willigis Jager, OSB.






Hay ciertas estructuras básicas en la mística que son iguales en todas las religiones. O bien se recomienda la concentración de la consciencia mediante una imagen, un sonido, una palabra, la respiración, la luz, o sea, mediante un contenido como foco donde se concentre la consciencia, o bien la mantienen libre de cualquier contenido o estructura, ya sea ésta de índole material, psíquica o intelectual.

Hablaré primeramente de la concentración de la consciencia.

Los monjes, desde siempre, han conocido la interiorización con ayuda de la respiración. Recomiendo a este respecto la lectura del libro La Filocalia que describe la vida oracional de los monjes de la Iglesia Oriental.

Aparte de esto, siempre se ha considerado importantísimo sentarse durante largos períodos en quietud. Esto podrá hacerse en un banco de una iglesia, en casa en una silla, en un banquillo, o sobre los talones. El citado libro de la Filocalia también describe este ejercicio.

Luego tenemos el ejercicio con una palabra. Casiano, que nos cuenta la vida y oraciones de los eremitas y cenobitas del desierto, describe este ejercicio ampliamente y recomienda la frase: "Oh Dios, ven en mi ayuda, Señor, date prisa en socorrerme" (1). A este respecto recomiendo la lectura de sus "Colationes X".

La "oración continua" que nos recomienda Jesús (Lc 18,1) únicamente puede tener lugar en el nivel contemplativo cuando, después de haber practicado durante un período largo, "está rezando en la persona", habiéndose formado un hábito en el alma que una y otra vez vuelve a conducir a la experiencia de la oración. La "buena opinión" que muchos cristianos practican, no es suficiente para ello.

El autor de "La Nube del No Saber", en los capítulos 7,36,37 y 39, da instrucciones para el uso de la palabra en la contemplación.

Cuando se haya progresado hasta cierto punto en la oración, ya no se observa la respiración, sino el sonido. Habrá que "cantar" interiormente, por así decir, la vocal, conduciendo ésta la respiración. La meta consiste en hacerse uno con la palabra, mejor dicho, con el proceso de "cantarla" o pronunciarla interiormente. Hay que volverse el sonido mismo, entonces se va sosegando el fuero interno. La consciencia queda concentrada en la palabra o en la vocal, con lo cual se consigue el desprendimiento de todo lo demás.

La contemplación cristiana siempre va acompañada de entrega y amor (caridad). Nuevamente remito aquí al libro de la Nube del no-saber, cuyo autor recomienda cargar la palabra con entrega, amor y confianza. Esto, únicamente en apariencia contradice la indicación de no quedarse apegados a los sentimientos. Tanto el amor, como la entrega y el anhelo son emociones básicas de nuestra alma perfectamente aptas para acompañar la palabra. Nos orientan y sirven para el recogimiento. Alguien que tiene sed, no tendrá que pensar en agua, pues está completamente impregnado de las ganas de beber agua. Lo mismo ocurre con el amor. Quien ama de veras, quien tiene nostalgia y quien se entrega, no está distraído...

Pero no hay que sorprenderse ante la falta de tales sentimientos. El camino lleva por largos trechos de sequedad, por el desierto y la noche, como nos lo dicen los místicos. Y justamente entonces es fundamental seguir con la oración, aunque la sequedad frustrante nos invada. La sequedad se encuentra en el nivel personal de la afectividad. Es nuestro yo que se frustra, y a ese yo habrá que abandonarle de todas formas. La sequedad para la mística es, por lo tanto, un instrumento y una ayuda de Dios en el proceso del desprendimiento.

Referente al ejercicio del vaciamiento de la consciencia, el autor de "la Nube del no-saber" habla de la percepción del propio ser. En el transcurso del ejercicio, se llegar a percibir un fondo donde harán su apariencia pensamientos, sentimientos e intenciones. Los pensamientos y los sentimientos se originan allí, pero no son el fondo más profundo. El citado autor denomina este fondo el Ser. Sus instrucciones a este respecto me parecen ser las más importantes de su libro. El mirar al Señor es un ejercicio que se practica en muchos caminos místicos, aún y cuando se le dan diferentes nombres. La meta siempre consiste en el vaciamiento de la consciencia, pero no por el vacío en sí, sino porque tan sólo en el vacío podrá manifestarse genuinamente la plenitud de Dios, pues el ojo tendrá que ser incoloro para poder mirar el color auténtico. Uno se desprende de pensamientos, sentimientos e impulsos de la voluntad; El ser humano se parece a un espejo que refleja todo sin identificarse con nada.

En este estado aún quedan dos: un yo que experimenta y aquello que es experimentado. Seguir adelante a partir de aquí resulta realmente muy difícil. La meta consiste en abandonar el yo para experimentar exclusivamente el Ser de Dios. Y esto no se consigue mediante un acto de voluntad. No queda otra cosa que seguir fielmente con el ejercicio. Las instrucciones siguen siendo las mismas que antes: ¡Mantente en el ejercicio! ¡Húndete en él! Entonces podrás recibir el don de la experiencia. Una auténtica experiencia mística es algo que nos ocurre, nunca la podremos producir.

viernes, 26 de marzo de 2010

La Integración Final: Hacia una terapia monástica, por Thomas Merton.


“El hombre que ha logrado la integración final ya no se halla limitado por la
cultura en la que ha crecido. “Ha abrazado la “totalidad de la vida”... Ha
experimentado... la existencia humana ordinaria, la vida intelectual, la creación
artística, el amor humano, la vida religiosa. Trasciende todas esas formas
limitadas, al tiempo que retiene todo lo mejor y lo universal que hay en ellas...
No solamente acepta a su propia comunidad, a su propia sociedad, a sus amigos,
a su cultura, sino a toda la humanidad. No permanece atado a una serie limitada
de valores de manera tal que los opone a otros adoptando posturas agresivas o
defensivas. Es totalmente “católico” en la mejor acepción de la palabra. Posee
una visión y una experiencia unificadas de la única verdad que resplandece en
todas sus diferentes manifestaciones, unas más claras que otras. No establece
oposición entre todas estas visiones parciales, sino que las unifica en una
dialéctica o en una visión interior de complementariedad. Con esta visión de la
vida, puede aportar perspectiva, libertad y espontaneidad a la vida de los
demás”.

jueves, 25 de marzo de 2010

La Mística Cristiana, una crítica a la visión de Guenon por Pablo Ianiszewski.





Revista Bajo los Hielos N°20, pag. 10-11.
www.bajoloshielos.cl

Se nos hace preciso abordar la cuestión de los senderos exotéricos y esotéricos en relación a la Experiencia Trascendente, pues en ambos sería posible llegar en última instancia a un cierto nivel de desarrollo espiritual.

En esto juega un papel central la distinción, resaltada por Guénon, entre la Vía Mística (exotérica) y la Vía Iniciática (esotérica).

De acuerdo con el autor de Apercepciones sobre la Iniciación, ambas serían mutuamente excluyentes e inclusive, llevarían a resultados totalmente distintos.

No compartimos este juicio, pues existen casos patentes que muestran que en la realidad esto no ocurre así. Un ejemplo lo constituye el mismo Tasawwuf o “esoterismo islámico” en el que el mismo Guénon se hiciera iniciar en Egipto.

En él, se mezclan como en un crisol la más devota de las vías del corazón con un sendero iniciático propiamente tal. Basta leer a Jelaluddin Rumi, Fariduddin Attar, Saadi o Yunus Emre y no puede menos que quedarnos en patente evidencia el misticismo explícito de susmás grandes y afamados exponentes.

Guénon parece haber sido muy miope ante ello, quizás enceguecido por su criticismo exagerado a la mística cristiana, que parece haber comprendido mal, o en caso contrario,comprendió muy mal al Sufismo y su tremenda semejanza con la mística cristiana que le es anterior y en gran medida modelo.

El diccionario de la Real Academia Española define misticismo como “Estado extraordinario de perfección religiosa, que consiste esencialmente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y [que] va acompañado accidentalmente de éxtasis y revelaciones”. No podríamos señalar una definición más precisa para el corazón mismo del Tasawwuf, un camino que busca a través de la fe y del amor divino llegar a la aniquilación en Dios (Faná fi’llah) para luego retornar al mundo y pervivir en Dios (Baqa bi’llah). ¿Hemos dicho aniquilación en Dios? Si, al más puro estilo del misticismo cristiano, pues en esencia toda mística es la misma, sea cristiana o sea islámica.


Pero si el Tasawwuf es una vía mística también es una vía iniciática, que duda nos puede caber. Entonces ¿cómo afirmar que ambas sendas se excluyan mutuamente? El error de Guénon consiste en que no estuvo al tanto de que el misticismo es mucho más que simple pasividad o mero éxtasis emocional.

miércoles, 24 de marzo de 2010

El cristianismo: ¿Religión, Misterio, Esoterismo o Mística?



Una de las escuelas de pensamiento en torno a la espiritualidad que se han dado a conocer en el siglo XX es el llamado pensamiento tradicional o perennialismo. Su gran sistematizador ha sido el francés René Guenon, uno de los pensadores espirituales más profundos y también uno de los más polémicos del pasado siglo.

Guenon afirma la existencia de una Tradición Espiritual común a toda la humanidad, la Tradición Primordial, de la que el resto de tradiciones religiosas o espirituales son meras adaptaciones a tiempos y lugares diversos. Tradición, por lo tanto, perenne (de ahí denominación de perennialismo) que acompaña a la humanidad bajo el velo de las diversas tradiciones.

Según Guenon, estas tradiciones pueden ser una expresión directa de esta tradición primordial, es lo que considera tradiciones esotéricas (internas), iniciáticas o metafísicas, que intentan sacar al hombre de su visión exclusivamente dualista o individualista de la realidad llevándole a una experiencia de fusión con el principio transcendente, o bien, pueden presentarse adaptadas al modo humano de ver las cosas (dualista), siendo entonces tradiciones exotéricas o externas, que tienen una menor profundidad en su experiencia espiritual ya que no logran una experiencia del misterio transcendente más que desde la fe en unas creencias. Para Guenon la experiencia espiritual plena es la experiencia iniciática o esotérica, considerando que todo exoterismo o religión debe ir acompañado de un esoterismo para poder ser considerado una doctrina espiritual plena.

Guenon da a conocer ese punto de vista iniciático presente en muchas tradiciones y también rastrea su presencia en Occidente. Para Guenon en Occidente sólo existiría una doctrina iniciática en la actualidad, “el hermetismo” representado por las diversas corrientes masónicas, que, sin embargo, en gran medida habrían olvidado el sentido de sus símbolos. Considera Guenon que hoy el cristianismo es un mero exoterismo o religión y, por lo tanto, no ofrece una vía espiritual plena, ya que carece de esoterismo propio, es un camino basado simplemente en unas creencias sin superar la dimensión personal o individual (dualista).

Esta afirmación ha generado un vivo debate entre los propios seguidores de Guenon y, a la vez, interpela a cualquier cristiano interesado en una búsqueda espiritual auténtica. ¿El buscador espiritual serio ha de abandonar el cristianismo si quiere vivir la experiencia espiritual en plenitud?. De hecho, Guenon se hizo musulmán, participando de lo que consideraba la dimensión esotérica del islam, el sufismo. Y son muchos los buscadores occidentales que han dejado el cristianismo para encontrarse con las tradiciones orientales, que les parecen más profundas.

Aquí me gustaría hacer mi pequeña aportación al debate, careciendo de la suficiente cualificación para pretender corregir a los pensadores que han tratado este tema, simplemente a modo de reflexión personal, sin más autoridad que la que vosotros me queráis atribuir.

Exoterismo o religión

Para exponer mi punto de vista, diferenciaré entre esoterismo, exoterismo y mística, intentando señalar las diferentes experiencias, perspectivas, métodos de trabajo espiritual y verdades que cada una de estas vías tiene, considerando que pueden darse las tres en una tradición espiritual, puesto que representan puntos de vista diferentes pero complementarios.

El exoterismo o punto de vista religioso, se basa en una perspectiva de la realidad dualista, la experiencia espiritual, por lo tanto, que subyace en él es una experiencia que diferencia siempre entre el principio transcendente y la criatura; para esta perspectiva es posible la relación entre ambos y la comunicación, pero nunca la fusión de uno y de otro. La Revelación es el dato fundamental, Dios ha revelado unas verdades (dogmas), una moral y se hace presente en unos ritos, así como en la oración personal que son la referencia necesaria para entrar en comunicación con él. Creer en esas verdades, conducirme según esa moral, celebrar esos ritos y practicar la oración son el camino, o la práctica espiritual fundamental. Se teme mucho el subjetivismo de la criatura, su camino para no errar es creer lo revelado y hacer lo prescrito dado que Dios es siempre un misterio que se me escapa y mi experiencia de él siempre es menos de lo que él es.

La experiencia religiosa es una experiencia siempre desde la separación con el misterio transcendente pero de comunicación con él a través de un camino comunitario probado como válido, al que me entrego desde la fe.

Desde este punto de vista, el exoterismo tiene una verdad que defender, evitar manipular subjetivamente a Dios para reducirlo a mi modo de ver las cosas, es decir, convertirlo en un ídolo y no en el verdadero Dios vivo más allá de mi subjetividad.

Es evidente que esta dimensión está muy presente en el cristianismo y para muchos es la única dimensión posible y válida del mismo. Es cierto lo que dice Guenon de que prácticamente para la mayoría de cristianos la única espiritualidad cristiana es ésta, una espiritualidad exotérica.

Esoterismo o Gnosis

El esoterismo representa otro punto de vista y se apoya en otra experiencia diferente. Su punto de vista intenta superar la dualidad, cree que la realidad va más allá de la visión meramente racional o conceptual, siempre dualista, y que es posible fusionarse en ese nivel supradualista y supramental con la Realidad transcendente. La verdadera experiencia espiritual es precisamente ésta de unificación y superación de la división Creador-criatura. La religión debe llevar a esta experiencia o es una mera creencia ideológica que no nos transforma en profundidad.

El esoterismo intenta ir más allá de la revelación, de toda revelación, a la experiencia que fundamenta esa revelación, considerando que hay un núcleo de experiencia que es el mismo en todas las revelaciones. Por eso, se dice en algunas vías con este punto de vista que “hay que matar a Buda” o “quemar las Escrituras”, no desde una perspectiva impía, sino intentando ir más allá de los conceptos a la experiencia.

El método de trabajo espiritual de estos grupos suele ser el simbolismo, trabajar con los símbolos va abriendo la mente a los niveles suprarracionales, poco a poco este trabajo se va simplificando hasta una experiencia más allá de todo concepto, de gran simplicidad, de unificación más allá de todo simbolismo o concepto, es la Iluminación o gnosis.

La vía esotérica, precisamente por trabajar con esas dimensiones supramentales, no es apta para todos, debe realizarse en grupos discretos y en ámbitos protegidos adecuados que eviten peligros diversos como caer en mentalidades irracionalionales o el “volarse” fuera de la realidad.

Un discípulo de Guenon, también gran pensador y hombre espiritual, Fritjof Schuon se separará de Guenon al considerar que el cristianismo es en realidad un esoterismo; por todas partes descubre esa visión esotérica que une a Dios y la criatura (Yo y el Padre somos uno dice Jesús) y considera que, si bien el cristianismo se ha exteriorizado y vulgarizado, en realidad su núcleo es básicamente esotérico. Para Schuon el cristianismo sería un esoterismo extendido que transmite la iniciación esotérica de forma virtual a todos.

Por supuesto, Schuon sigue considerando el esoterismo una experiencia común, núcleo de todas las religiones y más allá de ellas, aunque el cristianismo presentaría la peculiaridad de hacer accesible a todos este núcleo que, en la práctica, sólo unos pocos pueden actualizar.

Con este punto de vista, muchos de los discípulos de Schuon se mantendrán dentro del cristianismo, a diferencia de los guenonianos que tenderán a abrazar el islam.

Será uno de los seguidores de Schuon el que se separará de la visión genoniana y shuoniana, considerando que la visión del esoterismo de estos autores no era compatible con la fe cristiana. Se trata de Jean Borella, autor de un libro “esoterismo guenoniano y misterio cristiano”, en el que expone su idea de que el esoterismo guenoniano se considera por encima de la revelación cristiana y, por lo tanto, no es compatible con la fe cristiana que siempre tiene por centro la revelación cristiana.

No admite la existencia de ese esoterismo guenoniano en el cristianismo (esoterismo formal), aunque cree que podría hablarse de una dimensión esotérica (esoterismo real) dentro del cristianismo, que se trataría de un hermenéutica espiritual de la Revelación, pero siempre sometido a ella. A eso es a lo que llama el Misterio Cristiano, para separarlo del esoterismo de Guenon o de Schuon. Los que quieren avanzar en el conocimiento del misterio cristiano deben por tanto, profundizar en la Escritura y la Tradición, descubriendo sus dimensiones más espirituales, pero nunca pretendiendo ir más allá de ellas.

Será otro schuoniano, Jean Marc Vivenza, quien aclare cómo el esoterismo busca siempre ir más allá de la Revelación a la experiencia que la sustenta, sin romper con las Escrituras, va más allá de ellas y las confirma con su experiencia. Por lo tanto, El Misterio de Borella no sería propiamente un esoterismo, sigue dentro de la visión religiosa y dualista, si bien es una llamada loable a profundizar en ella al máximo, sin llegar a sobrepasar lo mental y dualista.



Por otra via, por tanto, Borella sigue considerando al cristianismo un exoterismo como hacía Guenon, si bien, Borella niega el valor del esoterismo y lo considera un gnosticismo anticristiano, mientras que para Guenon el esoterismo era el objetivo final de toda tradición espiritual completa.

La Mística o el Monacato.

No considero que ninguna de estas posturas agote el debate en torno a los niveles de profundidad de una tradición espiritual, ni explique la naturaleza del cristianismo.

Creo que hay que hablar de otro nivel espiritual, la mística, que integraría y transcendería los niveles anteriores. Por mística no me refiero al misticismo, una experiencia que no supera el ámbito del dualismo religioso, basada fundamentalmente en la afectividad y el subjetivismo religioso.

La experiencia que sustenta la mística a la que me refiero es la experiencia trinitaria o no dualista, aquella que Panikkar considera el núcleo de toda religión o tradición espiritual auténtica. Esta experiencia es una experiencia de comunión en la pluralidad o de unión total con el principio transcendente sin perder a la vez la propia identidad, sería el último momento del recorrido espiritual, cuando tras la Iluminación (fusión con la transcendencia) volvemos a la realidad concreta, histórica con los ojos transformados por lo vivido y siendo transformadores de esa realidad.

La Mística, por lo tanto, integra la experiencia dualista y monista del exoterismo y del esoterismo, yendo a su vez más allá de ellos. La Mística no considera la Iluminación como la meta final, sino la transformación de la realidad secular vista ahora como sagrada, la transformación de esa realidad será el lugar por excelencia donde se vivirá la experiencia espiritual, en especial, la liberación y compasión con los aspectos más “pobres” o “feos” de esa realidad supuestamente profana para el ego y sagrada para el místico.

La mística va más allá de la revelación, sabiendo que hay un núcleo común de experiencia pero también reconoce algo único en cada Tradición, vive su identidad como camino hacia la universalidad y lo universal en lo concreto. Por eso confirma la revelación a la que pertenece y el valor único que ésta posee. Unidad y pluralidad, identidad y universalidad no se contradicen, son dos caras de una misma realidad. La meta no sería el Nirvana (Unificación suprahistorica ), sino descubrir que samsara es Nirvana y Nirvana Samsara, lo histórico y lo transcendente son dos caras de una misma realidad, están totalmente unidos sin ser lo mismo.

La Mística supera e integra el dualismo religioso y el monismo esotérico, descubriendo a su vez el valor de ambas vías. Unidad y pluralidad no pueden reducirse la una a la otra ni separarse.

Desde este punto de vista, el cristianismo es ante todo una mística, como toda tradición completa (Panikkar nos dice que esta visión trinitaria de la mística está en el fondo de toda Tradición), así el teólogo Metz lo llama una mística política, en el sentido de que toda mística auténtica se compromete con el mundo, en especial, con los más pobres y necesitados. Esto es lo que en Císter esta bajo la idea de la Pobreza fecunda, la experiencia siempre nos lleva a lo más pobre, lo más feo, lo más sencillo como lo más valioso, donde más se transparenta el misterio cuando lo acogemos y ayudamos a esas realidades a acogerse y trasnformarse.

El Místico no se separa de la religión, pero intenta vivir la experiencia que se esconde en sus dogmas y ritos, yendo más allá de los conceptos e imágenes de los mismos. El místico también tiene por objeto la fusión con la divinidad, pero no es la meta final. Por eso, desde una perspectiva mística es posible admitir la existencia de un esoterismo cristiano, como instituciones como la masonería o el martinismo atestiguan, pero no considera al esoterismo el núcleo central de la religión. Ese núcleo es la Mística, que por su naturaleza es a la vez común en todas las tradiciones y, a la vez, diferente ya que cada una expresa determinadas verdades o experiencias de un modo único y propio.

El trabajo propio de la vía mística comienza en lo que aparece como el final del esoterismo, comienza en las prácticas meditativas más allá de los conceptos y las palabras, pero termina llevando a la Vida comprometida y cotidiana como camino y praxis fundamental. La Contemplación lleva a la praxis tranformadora de la historia, de la sociedad y de la propia vida. La vida sencilla es la última praxis espiritual que a cada uno le toca realizar; vivida desde la experiencia de la transcendencia y la compasión y elcompromiso con el otro, ésta es la experiencia y la praxis final.
El místico experimentaría también la experiencia de iluminación como el seguidor de la vía esotérica, pero no se quedaría en la iluminación, iría más allá de la iluminación a la experiencia trinitaria, de comunión con Dios, el cosmos y el hombre. Es un camino abierto a todos, a diferencia del esoterismo siempre practicado en grupos discretos y cerrados que guían el proceso espiritual. Pero en la práctica, por lo simplificado de su método fundamental (oración de silencio y contemplativa, compromiso solidario) la mayoría no podrá seguir este camino. En cualquier caso, el místico también necesita un maestro-acompañante en su camino y vivir una dimensión comunitaria en su vida (aunque sea un eremita).

En definitiva, en el cristianismo, como en cualquier tradición auténtica podemos encontrar una dimensión exotérica más superficial (exoterismo guenoniano) o más profunda (Misterio Borelliano),una dimensión esotérica (esoterismo guenoniano o schuoniano), y una dimensión mística, la más profunda, el verdadero núcleo de la Tradición. La institución eclesial (exoterismo), la masonería (esoterismo) o el monacato (mística) representarían, a nivel institucional, la existencia de cada una de estas dimensiones en el cristianismo.

martes, 23 de marzo de 2010

LA ESPIRITUALIDAD DESDE ABAJO , por Alselm Grün.





Los principios de la espiritualidad desde abajo ponen al sujeto a la escucha de Dios,atento a su voz que se hace sentir y habla por nuestros pensamientos, sentimientos, inquietudes y deseos. Dios nos habla a través de todo. Solo prestando mucha atención a los matices de su voz podremos descubrir la imagen que él se ha formado de cada uno de nosotros.


No es lícito minusvalorar las emociones o pasiones porque todo está lleno de sentido. Lo importante es lograr captar o descifrar el mensaje que Dios nos manda por medio de ellas. Hay quienes se consideran culpables de sentimientos que podríamos llamar negativos como pueden ser la cólera, la irascibilidad, la envidia, la apatía. Y procuran “con la gracia de Dios” dominar esas pasiones y desentenderse de ellas.


La espiritualidad desde abajo las contempla desde otra perspectiva, no intenta reprimirlas sino reconciliarse con ellas. Todas, en efecto, pueden contribuir a ayudarnos en el camino hacia Dios. La única condición indispensable es meterse en medio de ellas, dialogar y preguntar qué mensaje traen y quieren transmitirnos de parte de Dios.


Naturalmente, la espiritualidad desde arriba considera un gran triunfo si ha logrado dominarlas y someterlas. El ideal de la serenidad interior, del amor al prójimo, la afabilidad y otros objetivos de la espiritualidad, están exigiendo de mi un dominio lo más absoluto posible de la irascibilidad y malhumor. Pero por la ira, por ejemplo, puede estar Dios dándome gritos y llamando mi atención sobre el tesoro que hay enterradodentro de mi.


Si yo logro penetrar en mi interior y dialogar allí con mi ira, quizá pueda oír cómo ella me hace caer en la cuenta de que estoy viviendo una vida falsa, que vivo contra lo que soy y no dejo aparecer al exterior la imagen que Dios se ha formado de mi. La ira me acusa con frecuencia de haber dado excesivos poderes a otros. He vivido siempre procurando llenar las expectativas de otros sobre mí, son prestar apenas atención a las exigencias y necesidades de mi propia vida. No he vivido yo, he vivido al dictado de otros que han penetrado dentro de mi territorio causándome inmenso daño.


En lugar de reprimir la cólera sería mucho más positivo dialogar con ella para descubrir en mi el tesoro de mi propia imagen.

En sí misma, la cólera es una energía que me permite guardar una cierta y positiva distancia respecto de quienes me han hecho mal. Solo así puedo perdonarlos y liberarme de su influjo negativo sobre mi. Esto se ve muy claro en el caso de mujeres de las que han abusado sexualmente en su infancia. Es muy importante que reflexionen sobre los sentimientos de indignación para tomar las correspondientes distancias respecto de los que las utilizaron. Es condición también para cicatrizar las heridas… Tal vez encuentre en el fondo de mi ira una nueva fuente de energía que se transforma ella misma en gusto por la vida. Y cuando llego a sentirme importante, completamente nada, quizá pueda actuar la ira como el elemento equilibrante que me saque de esa depresión, me ayude a superar la fatiga y a ponerme en manos de Dios. La ira habría desempleado el importante papel de ayudarme a mejorar mis relaciones con Dios.


Estamos tratando siempre de tres caminos o métodos en que se expresa la espiritualidad desde abajo. En primer lugar está el diálogo con los pensamientos y sentimientos. En segundo, el descenso hasta el fondo de las emociones y sentimientos aguantando allí hasta verlos transformados en faros luminosos que me hagan ver a Dios. En tercer lugar, la capitulación ante Dios, la confesión de la propia nada y consiguientemente la necesidad de ponerme en las manos de Dios… Hay quienes piensan que la irascibilidad es cualidad del carácter y por lo tanto imposible de cambiar. Pero si empiezo a dialogar con mi irascibilidad pronto me dará a entender que no es más que un grito por la vida. Y remite con frecuencia a situaciones de infancia en las que uno no se sintió valorado, no fue tomado en serio en su manera individual de ser y sentir. Y era entonces probablemente vital desplegar mecanismo de autodefensa contra esas faltas de consideración y reaccionar de manera irascible, con pataleos, para evitar mayores indiferencias ante los propios sentimientos. La irascibilidad era un importante medio de supervivencia.


Pero ahora ha dejado de ser una buena estrategia. Al contrario, muchos sufren a causa de su irascibilidad porque complica su vida y la de su entorno. Un diálogo con la irascibilidad podría muy bien poner al sujeto en contacto con un deseo oculto exteriorizado en ella: el deseo de un derecho a los propios sentimientos. Es cierto que hay personas a las que de nada sirve el diálogo con su irascibilidad. Lo único que les queda es tratar humildemente de reconciliarse con sus desordenes incontrolados y por la irascibilidad llegar a la confesión de su impotencia y aceptar que lo único posibleque queda es ponerse confiadamente en manos de Dios tal como uno es.

jueves, 11 de marzo de 2010

EL TALANTE CONTEMPLATIVO:UN DESAFÍO A LA MODERNIDAD, por Raimon Panikkar





La contemplación es una palabra ambivalente. Sin intentar decir lo que es la contemplación ni cómo definirla, un rasgo constante emerge en ella: la contemplación es algo definitivo, algo que tiene que ver con el mismo fin de la vida y no es un medio para ninguna otra cosa.


Un acto contemplativo se hace por sí mismo. Descansa en sí. La contemplación no puede ser manipulada a fin de obtener alguna otra cosa. En ese sentido, no constituye un estadio. No tiene intencionalidad ulterior. Requiere esa inocencia en la que incluso la voluntad misma de alcanzar la contemplación se convierte en un obstáculo.


El acto contemplativo es una acción de pura espontaneidad, un hecho libre e incondicionado salvo por su propio impulso, svadhã, como diría el Rg Veda.El acto contemplativo simplemente "se asienta", simplemente "es".


Sócrates ensayando afanosamente una nueva tonadilla en su flauta la noche antes de morir; Lutero decidiéndose a plantar un manzano aquella mañana del día en el que el mundo habría de llegar a su fin; San Luis Gonzaga continuando su juego durante el tiempo de recreo aún cuando sabía que se muerte le alcanzaría esa noche; el deleite del Maestro Zen mirando el trabajo de una hormiga a pesar de estar suspendido sobre un abismo, atado a una cuerda que acabará cortada enseguida. Esos son ejemplos de la actitud contemplativa, ya se la llame atención "mindfulness"), consciencia,concentración o contemplación.


Esta actitud va a contracorriente de la tendencia de la civilización Moderna, ya sea "religiosa" o "secular", aunque no usaría esos dos términos en tal sentido, porque ambos, lo secular y lo religioso, pueden ser tanto sagrados como profanos.


Parece que, de hecho, hay cinco grandes incentivos en nuestra sociedad:


1) los c ieloallá en lo alto para los creyentes, 2) la historia que nos aguarda para los
progresistas, 3) el trabajo que está por hacer para los realistas, 4) la conquista de lo
grande para los inteligentes y 5) la ambición del éxito para todos.


Estos cinco incentivos sonradicalmente cuestionados por el talante contemplativo. Y es que los contemplativos pnen el acento en el hic, en el nunc, en el actus, en el oculto centrum, y en la paxinterior; no en otro lugar, ni en el después, o en el resultado, ni en la grandeza de los actos externos o en la confirmación de la mayoría.


El primero de estos cinco rasgos de la contemplación supone un desafío para la rligiosidad tradicional, que con demasiada frecuencia se contenta con postergar para otro mundo los valores reales de la vida.


El segundo es una interpelación para el dogma central de un cierto secularismo que simplemente ha transferido a un futuro temporal los ideales de la primera mentalidad.


El tercero es una praxis que da un giro radical a los valores axiales de la Modernidad, fun- damentalmente la constitución de una sociedad pan-económica.


El cuarto adopta la apariencia de una interferencia extraña y poco bienvenida frente a las exigencias intrínsecas del mundo tecnológico.

El quinto cuestiona directamente esa predominante noción antropológica de que la plenitud humana entraña la victoria de uno sobre los demás de modo que las víctimas son la condición necesaria para la medida de los propios logros.

martes, 2 de marzo de 2010

UNA NUEVA ESPIRITUALIDAD MONÁSTICA PARA UN MUNDO EN EMERGENCIA




LA EMERGENCIA DEL MUNDO PARA LA ESPIRITUALIDAD.


Hace unos años se decía que monje es aquel que todos los días cuando se levanta se pregunta qué es un monje. El monacato es una búsqueda constante y a la vez una respuesta en cada época a esa búsqueda. ¿Qué se busca? La unificación, la integración de toda la realidad, personal y colectiva, interior y exterior, histórica y suprahistórica. Una experiencia de comunión con el cosmos, el hombre y Dios.

Ser monje hoy es hacerse esa pregunta e intentar darle una respuesta con todo el ser y no sólo con la cabeza. Hoy en el monacato hay diferentes respuestas a la pregunta, y diferentes búsquedas.

Algunos de los monjes y monjas hoy se sienten insatisfechos con las respuestas recibidas de otros momentos históricos. Quizá Thomas Merton se ha convertido en el paradigma de estos monjes que plantean la necesidad de salir del aislamiento y de abrirse al mundo sin fundirse con él para poder transmitir la vida monástica en el nuevo contexto humano e histórico.

Desde fuera del monacato institucional también se reclama la necesidad histórica de la experiencia monástica, entendida como experiencia de comunión e integración de toda la realidad que somos, para dar respuesta a la encrucijada histórica en la que estamos y que ya no podemos resolver sólo desde la cabeza, la técnica, o el poder sino desde lo más profundo de nuestro ser, danto una respuesta desde el cuerpo, desde las emociones, desde la razón y desde la espiritualidad. Raimon Panikkar ha reclamado el monacato como arquetipo válido todo ser humano y como modelo de la nueva experiencia que debe dar lugar a una manera de vivir unificados en medio del mundo caótico y fragmentado actual, sin caer en proyectos uniformadores y comprometiéndose con ese mundo. Experiencia que llama de nueva inocencia, de confianza en la realidad cuando no excluimos elementos de la misma sino que los integramos todos.

Hoy son muchos los monjes y monjes que plantean la necesidad de que el monacato se transforme sin perder sus raices, poniendo su centro más en ser lugar de encuentro, acogida, humanización en diálogo con el mundo que en modelos de separación y aislamiento del mundo de otro tiempo. Podemos recordar las últimas semanas monásticas cómo muchas intervenciones van en esta dirección: Juan Mªde la Torre, Cándida Saratxaga, Rosario Fernández Miranda, Enrique Mirones, Rosa Mª Piquer, etc…
La orden cisterciense de la estrecha observancia, ha dado pasos en esa dirección, la apertura de las hospederías como lugares de encuentro y acogida a todos, el compartir el carisma con los laicos, con la creación de fraternidades laicas cistercienses, la extensión del principio de subsidiaridad en las comunidades (democratización), el salir de modelos de comunidades de observancias a comunidades de valores y hoy a comunidades de personas valiosas (Bernado Olivera), la renovación de la liturgia, dejando el latin y renovando lentamente y con tensiones los textos litúrgicos que puedan hoy generar lecturas machistas o violentos, la salida de modelos patriarcales y logocéntricos a modelos relacionales y que intentan integrar en igualdad la percepción femenina del mundo, con expresión de todo ello a nivel estructual: reuniones mixtas de los capítulos generales con la petición de un capítulo general mixto con la posibilidad de una abadesa general, aprobada en el 2005, que por ahora la Santa sede ha frenado.

En medio de este proceso, algunos monjes intentamos ahora llevar el monacato cisterciense a las ciudades, a la sociedad, creando redes de personas y comunidades, redes de corazones, que sientan y siembren la inquietud de la búsqueda espiritual e intuyen que es la espiritualidad la respuesta a la encrucijada de nuestro mundo. Por ahora, es una experiencia joven iniciada en el año 2008 con diversas actuaciones.

El primer paso en la experiencia fue el compartir durante un año la vida monástica viviendo en un Hogar para transeúntes en Madrid y con posterioridad hemos pedir vivir fuera de la comunidad difundiendo el carisma cisterciense viviendo en medio de la sociedad y en diálogo y aprendizaje con la misma y con la comunidad monástica madre, Huerta.

LA EMERGENCIA DE LA LA ESPIRITUALIDAD PARA EL MUNDO.

La principal intuición que nos sustenta es la necesidad que la actual situación nos manifiesta de dar una respuesta desde la espiritualidad a la crisis y al cambio en el que estamos sumergidos.
Espiritualidad que salga de modelos dualistas (mentales) o monistas (uniformadores) que han generado la crisis, para vivirse desde modelos de acogida y encuentro, basados en una visión pluralista y relacional de la realidad. Redescubrir la espiritualidad de la Amistad que está en la base de la mística cisterciense y del proceso que estamos viviendo, ya que la búsqueda ha nacido y prosigue en un diálogo amistoso entre monjes que hoy quieren vivir el monacato de un modo nuevo y tradicional y laicos y laicas que quieren participar de él y aportar su visión.
Nuestra intuición es que la espiritualidad hoy debe ser una espiritualidad integral e integradora. Integral porque debe abarcar e integrar todas las dimensiones del ser humano, que para la antropología cisterciense son cuatro: la corporal, la psicológica, la espiritual y la social. Estas cuatro dimensiones están representadas por los cuatro lados de los claustros cistercienses, correspondiendo cada lado a un aspecto y debiendo el monje recorrerlos todos a lo largo del día y de la vida. En nuestra vida secular se trataría de integrar todas estas dimensiones, si n excluir ninguna, viviéndolas en nuestro contexto cotidiano.

Integradora porque ha de vivirse desde el encuentro con otros, desde el diálogo con otras experiencias, ya que hoy la complejidad de nuestro mundo no nos permite que una única respuesta sea la solución a nuestros problemas. De ahí que hoy los monjes con estas inquietudes queramos abrirnos al encuentro con todas las otras experiencias de búsqueda de la unificación personal que están gestándose en el mundo: (Raimon Panikkar) Movimientos sociales alternativos que buscan modelos más inclusivos e integradores, nuevas espiritualidades, movimientos culturales que intentar superar la fragmentación logocéntrica, patrial y egoica de nuestro mundo: feminismo, ecologismo, pacifismo, terapias alternativas corporales, emocionales, humanistas, las místicas orientales y de otros carismas cristianos católicos o no….

Esta orientación nos ha llevado a entrar en contacto con esos mundos y a releer nuestra propia tradición cisterciense con las aportaciones que estos puntos de vista nos dan.
Intentamos estar presentes en estos ámbitos donde se gesta la nueva espiritualidad, aprender de ellos, aportando también nuestra tradición. En concreto no hemos introducido en el zen, en la terapias de diversas escuelas, participamos en encuentros ecuménicos con otras comunidades cristianas, nos hemos comprometido en el trabajo con los transeúntes colaborando con la Asociación Jesús Caminante, apoyamos iniciativas sociales y eclesiales que intentan presentar alternativas a los modelos fragmentadores o uniformadores actuales: neoliberalismo, globalización, modelos uniformadores restauracionistas o modernistas eclesiales…
Difundimos a través de Talleres de espiritualidad un camino para vivir la espiritualidad monástica hoy de un modo nuevo y tradicional, uniendo al metodología zen y la mística cisterciense, dando instrumentos y mapas para que los que sienten la necesidad de la unificación mediante la integración puedan ir dando su propias respuestas; no se trata de dar respuestas hechas sino de propiciar que cada uno aporte su experiencia y compartir juntos esta experiencia en grados de compromiso diversos y plurales. La respuesta no es algo puramente subjetivo e interno, intentamos que sea con todo el ser y abarque todas las dimensiones de los que participamos: el compromiso ético y social, el compromiso comunitario además del compromiso con el propio camino y el propio ser.

El objetivo final es que los talleres culminen en al creación de comunidades, redes y personas comprometidas con la espiritualidad y con el mundo.

LA UTOPÍA QUE NOS MUEVE: LA CONVERGENCIA DEL MUNDO Y LA ESPIRITUALIDAD

La utopía que nos mueve es la encarnación de un nuevo estilo de monacato, abierto, plural, no exclusivo de los religiosos, que se revela como arquetipo presente en todo hombre y toda mujer y que puede hoy ser paradigma de la respuesta integradora que la complejidad de nuestro mundo busca.

Pensamos que los monasterios hoy deben ser lugares de encuentro y acogida, abiertos a todos los buscadores, a todos los dañados por la situación de complejidad y dolor del mundo que vivimos, buscadores que sólo encontrándose y abriéndose unos a otros podrán dar respuesta al enorme Koan que es la situación actual.
Y además, el monacato hoy debe descubrirse como un camino y una respuesta más allá del ámbito de las instituciones monásticas, necesitamos monjes laicos, redescubrir la dimensión monástica que todos tenemos, formándose estos buscadores en comunión con el monacato tradicional (el monacato es una experiencia que se transmite de unos a otros , no podemos cortar con las raíces) pero fuera de los límites de los claustros tradicionales personas, colectivos que sean claustros vivientes, es decir, integrados e integradores, creadores de comunión y de espacios de acogida en el que todos podamos dar respuesta al koan que el mundo y nuestra vida nos presentan.
El monacato no es sólo una búsqueda y una pregunta que necesita ser respondida (¿Cómo lograr la integración de todo mi ser y de mi ser en toda la realidad hoy? ) sino que también es en sí mismo una respuesta: la apertura a Dios, al cosmos, al otro y a mí mismo; el camino de integración que recorremos para responder a ese koan es en sí mismo la respuesta, respuesta que no es otra que la experiencia mística de todos los tiempos y que hoy debemos vivir cada uno desde su peculiar situación y naturaleza. Y es que hoy ya no valen respuestas en solitario, separados y aislados unos de otros vamos al desastre, hoy todos tenemos que dar nuestra respuesta. El monacato hoy también necesita la respuesta que los demás le den, necesita de todos para cumplir su función integradora. Les invito a descubrir que hoy el monacato es una dimensión de todos, una necesidad para todos y un camino a construir entre todos.