“PEREGRINOS DEL ROSTRO DE DIOS”
Hace ya unos días de la experiencia desbordante de gracia que he vivido en Roma, y ya va calando en mi corazón y hoy impulsado por el texto de la Biblia que en la lectio estoy orando, me dispongo a “balbucear” algunas cosas vividas en la ciudad Eterna.
El texto que me ha impactado y resuena en mí desde mi llegada a Huerta es el siguiente: “A aquellos a quienes el Padre ha llamado, de acuerdo con su plan, y hecho santos por el Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser purificados por su sangre: que la gracia y la paz se derramen sobre vosotros” (1 Pe 1,2).
Sí, realmente el lugar donde fui de peregrinación, era un lugar santo, donde la santidad de tantos hermanos, testigos de la fe, me precedía, la tierra gritaba desde lo profundo: “Israel, eres llamado a la santidad” y no una santidad “teórica” sino preparada para ti, por el Padre, desde toda la eternidad.
Es cierto que humanamente hubo momentos de “mucho cabreo” en los que mi amor propio, mi hombre viejo, salía a la luz, pero la gracia de Dios me fue modelando y haciéndome entrar en ese descanso de su Amor, preparándome para el momento de su gracia, abriendo mi corazón, a veces duro y egoísta, pero con sincero deseo de Dios.
La “visita” por la Roma de noche, fue algo que era como “lluvia” que cae en tierra para hacerla germinar, en todas esas maravillas pude ver la obra de Dios, como el hombre plasma la belleza que en Dios halla su plenitud, eso fue para mi la Piazza Navona, la Fontana di Trevi, el Panteón... y todo lo que mis ojos, los de la vista y los de la fe, pudieron ver y contemplar, hasta el punto de exaltar con el salmista “Que admirables son tus obras Señor...hiciste la tierra...y todo ser que alienta te alaba”. Esa noche mi corazón, reposo en la paz de Dios, y aún me quedaba mucho por ver...
El día siguiente fue un recorrido por Roma, vistas preciosas, contemplar la Basílica de Santa María la Mayor, pero este día al menos en la mañana el “plato fuerte” fue San Pietro in Vincoli, donde me encontré el Moisés y su rostro que irradiaba luz. La visita a la Capilla Sixtina, entre la multitud de gente, pero el estar allí, siendo por un momento “testigo” de momentos decisivos en la Iglesia, me hacía sentirme acompañado y apoyado en el seno de mi madre la Iglesia, fue un momento de comunión intensa, con hermanos que desde los cinco continentes profesan la fe católica, y somos responsables de que esta Iglesia a la que pertenecemos, presente un rostro lleno de radiante alegría por el encuentro amoroso e íntimo con Cristo la persona que nos ha fascinado con su amor, con su rostro misericordioso.
En la Plaza de San Pedro, mientras esperaba el momento de entrar para la Canonización, y apretujado por la gente, me sentía como Jesús, que todo el mundo le tocaba y él decía quien me está tocando...fueron muchos los hermanos “muy variopintos que allí estábamos y todos con una llamada “Sed santos como Él es santo...Imitad al que os llamo” (Cf 1 Pe 1,15), y el rostro de la santidad de la Iglesia, era el testimonio más hermoso que ante el mundo miles y miles de peregrinos veníamos a celebrar. Allí en este ambiente de celebración gozosa, la gracia se derramó, y fue impresionante el participar en esa celebración, si bien de un modo que yo personalmente no habría elegido (la pantalla en la plaza de San Pedro), no por ello fue menos fecundo e impactante para mi espíritu, que estos días en Roma se hallaba abierto en receptividad a todo lo que era nuevo para mi, mi primera experiencia... y allí se palpaba “un algo, mejor dicho, UN ALGUIEN, que había triunfado en nuestros nuevos santos” y que hoy quería hacerlo de nuevo en ti, en mi, en todos los que se abren a la gracia de Dios.
Cuando el Santo Padre, salió a saludar a los peregrinos, “vi” como en la Iglesia sigue habiendo vitalidad, miles y miles de personas aclamaban a un anciano, que es el sucesor de Pedro, el apóstol, en quien Jesús cimento su Iglesia... y en esos momentos mientras escuchaba su voz (la del Papa), me sentía impulsado, y así lo hice, a bendecir a Dios por todos los que un día fueron “servidores de los siervos de Dios” en esta cátedra de Roma.
Otro momento de fuerte impacto en mi vida espiritual, fue el poder acudir a Tre Fontane (nuestro monasterio en Roma) y la Casa General, pues uno de los pilares que cimentan mi deseo de Dios, es mi pertenencia a la Orden, y el conocer sitios donde otros hermanos viven como yo, fue algo super gratificante, y un momento de “reavivar” mi sentido de Orden y que pase lo que pase yo soy cisterciense de esta orden, que llevo en mi corazón y nada ni nadie me lo quitará. Quizá en esta experiencia, no pueda ser muy extenso, pues las palabras no pueden expresar lo que yo en estos momentos viví, pero quien me conoce sabe como fue cada uno de los latidos de mi corazón en estos momentos. Gracia difícil de olvidar.
Subiaco y Montecasino, fue un volver a la vitalidad de la orden, un afianzar la llamada recibida, pero confieso que me impacto menos que los lugares que yo considero más míos, como son Tre Fontane y la Casa General, me quedé con las ganas de Vitorchiano, pero otra vez será... aunque según dicen, si no he tirado la moneda en la Fontana di Trevi, no volveré...esto queda en manos de Dios, pues Él sabe que es lo que más me conviene.
Y como no todo ha de ser sólo lo espiritual, una gran experiencia fue mi “bautismo” en el avión, pues era la primera vez que volaba, y la experiencia ha sido tan grata que ya estoy deseando repetirla de nuevo, je, je
En fin que la peregrinación me ha afianzado en ese ser un peregrino sediento del rostro de Dios, y como decía San Rafael en sus escritos a su tío “Somos peregrinos en tierra extraña”, pues que Él que ya goza de la presencia de Dios, nos encienda el corazón en amores apasionados, que nos muevan a desear a “SOLO DIOS”
Fr. Israel María González
Santa María de Huerta
24 de Octubre de 2009
Santa María de Huerta
24 de Octubre de 2009
Hay en el relato cierta transparencia que permite sumarse fácil a la experiencia y conocer también a quién la ha vivido. Son gratos y útiles estos textos, que ayudan y nos hermanan.
ResponderEliminarUn saludo en el amor de Cristo.
Gracias por tu amable comentario
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